VAYA empeño en facilitar el despido. Y está bien, es un paso, y seguro que con buena intención, no lo pongo en duda, y actúan, que es lo que toca, y hacen uso de la mayoría absoluta, como debe ser. Pero eso solo no basta. Hasta el presidente RJ advirtió de que este año subirá el desempleo: "A los niños hay que decirles siempre la verdad", que decía Les Luthiers. Os habéis convertido en esclavos de vuestra propia y enorme responsabilidad, os mueve el deseo de solucionar el problema del paro, claro, pero es inútil legislar en base a axiomas erróneos.

Permítame (discúlpeme) que no llegue a comprender por qué acepta RJ una solución que agrava los síntomas y que tilda de inexactas las premisas sobre las que construye el PP esta fenomenal reforma del despido. No sé si usted se acuerda, pero, con la legislación laboral que ahora se deroga, llegamos a la menor tasa de paro registrada y la creación de varios millones de puestos de trabajo, muchos cubiertos por inmigrantes. ¿No será que el PP confunde su "misión" de procurar las mejores condiciones para la actividad económica con el "objetivo" de reducir el número de parados? El mismo error que el PSOE, por cierto.

Miéntanos, por favor, una mentirijilla piadosa, díganos que las cosas van a ir mejor.

Dedicarnos a aquello que no depende de nosotros sale caro, aunque se aprende rápido en el mundo de los negocios. Es una cuestión de enfoque. No me preocupo de captar muchos clientes, sino de dar buen servicio: acertar en lo segundo me conducirá a lo primero; el esfuerzo lo concentro en aquello que sí controlo. Procure legislar para favorecer a las empresas y verá cómo se crea empleo, señor presidente.

"Cabalgo sobre un tigre", repetía un querido empresario, "y si me bajo del tigre, el tigre me come". En este país, la empresa es aventura arriesgada y cuando llega el final, cuando ya el negocio no da más, se convierte en tortura. No solo la apertura, también urge facilitar el cierre cuando el empresario no quiere, no puede o no sabe. Porque una mala caída arrastra a los acreedores, que no cobran; a los competidores, que sufren las consecuencias perversas de la libre competencia cuando el moribundo liquida; a los trabajadores, que mantienen la ilusión de su incobrable -ahora mermada- indemnización por despido, y al propio empresario, que jamás vuelve a levantar cabeza.

Luche sin denuedo contra la morosidad y el fraude, y miéntanos, por favor, una mentirijilla piadosa, díganos que las cosas van a ir mejor para que vuelva la confianza, para que las empresas vendan más y terminen los recortes. Esperábamos ese pequeño embuste. Atrévase.

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