EL SALÓN Noble del Cabildo Insular de Tenerife, cuyos murales son Bien de Interés Cultural, acogió esta semana uno de los actos más emotivos del calendario anual de celebraciones, y tal vez uno de los más hermosos en los que podemos participar los responsables de las instituciones públicas: la despedida de la vida laboral activa de los trabajadores que se jubilan este año, que han dedicado gran parte de su trayectoria a servir a los ciudadanos.

Como cada edición, este acto institucional tuvo lugar dentro del programa de actividades organizadas con motivo de la festividad de Nuestra Señora de Candelaria, Patrona de Canarias, a modo de público reconocimiento a estas personas, por su trabajo y esfuerzo durante tantos días, meses y años.

Somos conscientes de que la consideración personal -la motivación más importante para un trabajador, y que además es de coste cero- resulta básica para el buen funcionamiento, tanto de las instituciones como de las empresas privadas, si bien muchas veces la premura del día a día nos impide ensalzar como es debido el trabajo de todas estas personas y reconocer la labor bien hecha antes de que llegue el momento de la jubilación.

Conocido es que el verdadero valor de una empresa se encuentra en sus bienes intangibles, esto es, en su personal y hasta en sus clientes; en este ámbito, los ciudadanos. En el caso de las Administraciones públicas esta máxima resulta, si cabe, mucho más evidente, puesto que nuestras instituciones no serían nada, carecerían de todo valor, sin las personas que trabajan por y para ellas.

La grandeza del Cabildo Insular de Tenerife, desde luego, reside en la ingente labor de estos trabajadores, que ponen su alma y dedicación al servicio de lo público, que permanecen leales a su compromiso con los ciudadanos, independientemente del puesto que desarrollen y de la dirección política que tengan en cada momento.

Actos como el celebrado esta semana adquieren un cariz mucho más importante y emotivo, pues nos dan la oportunidad de agradecer sincera y públicamente la labor abnegada y, por lo general, en un discreto segundo plano, de muchas personas, pero también de recordar que no compartimos la visión simplista que aún existe respecto a aquellos que desempeñan su actividad en lo público.

El colectivo es la suma de los individuos, y cierto es que hay profesionales negligentes entre los políticos, entre los médicos, entre los abogados y, por supuesto, entre los funcionarios. Pero dar por buena esta afirmación supone juzgar a la mayoría por el mismo patrón que a una minoría poco representativa.

Sería injusto para muchos funcionarios y personal laboral de las Administraciones públicas, generalizar estos juicios de valor que no hacen justicia a la realidad. Nos consta que la gran mayoría de ustedes son personas comprometidas y responsables, a quienes les importa que el trabajo salga adelante, gobierne quien gobierne.

Dedican grandes esfuerzos a acercar las instituciones al vecino, y se implican en el devenir de las mismas para que la relación de todos con la Administración sea lo más sencilla posible. El tiempo que llevamos trabajando, tanto en el sistema público sanitario como en el Cabildo Insular de Tenerife y la Universidad de La Laguna, ha permitido que nos reafirmemos en esta idea.

Son mayoría los funcionarios y trabajadores que, como quienes este año se jubilan en el Cabildo Insular de Tenerife -como en cualquier otro lugar-, se implican con los objetivos de la organización y siempre están dispuestos a colaborar, a trabajar en equipo y a aportar ideas para hacer de esta una sociedad mejor y, cómo no, para mejorar el funcionamiento de las instituciones públicas.

A todos ustedes, ahora que llega el momento crucial y hermoso que supone la merecida jubilación, no podemos hacer otra cosa que agradecer su labor durante tantos años, pues son lo más granado de la sociedad por su experiencia.

Nunca olvidemos que todas las facetas de la vida tienen que ser protegidas con la misma intensidad y que ninguna es más relevante que otra. Los que seguimos en las instituciones asumimos, por ello, la responsabilidad de garantizar que el jubilado cuente con las mejores condiciones para culminar su proyecto vital, y pueda demostrar permanentemente su utilidad.

El Cabildo Insular ha de ser la casa de todos los que vivimos en Tenerife, hayamos nacido o no aquí, pues las instituciones no tienen otro dueño que no sean los ciudadanos a los que representan, y este es motivo más que suficiente como para recordar y, por qué no, homenajear, a quienes terminan su vida profesional entre nosotros.

Permitan, por tanto, que les digamos con humildad que hay empleados públicos que dejan huella, y pueden estar seguros de que ustedes están entre ellos, pues son ejemplo para quienes quieren dedicarse a este noble oficio.

Ahora que echamos la vista atrás y, con seguridad, satisfechos ante el deber cumplido, imagino que vendrán a la memoria todo tipo de anécdotas buenas y no tan buenas. Solo les pedimos que vivan el presente, que aún ha de durar mucho tiempo, y que lo hagan con la intensidad que requiere esta etapa de quietud y tranquilidad que se abre ante ustedes.

Confiamos en que la jubilación recién adquirida, ese merecido cambio en la vida después de tantos años de fiel cumplimiento de sus obligaciones, sea para ustedes la antesala de una época de sosiego útil, de mayor libertad para ocupar su tiempo en quehaceres que el trabajo cotidiano impidió realizar con la dedicación deseada.

Muchas gracias, y recuerden que nos tienen siempre a su disposición.