ESTAMOS en que hay que dar cien días al nuevo Gobierno de España, salido de las urnas del 20 de noviembre de 2011. Y reitero, por tanto, la conveniencia de no sobreactivar algunas alarmas, que los reajustes de urgencia han podido provocar. Sin duda, Rubalcaba, pese a la afirmación de J.J. Armas Marcelo (Abc 7-11-2011, artículo "El defecto de Rubalcaba") de que "ahora el rey Rubalcaba está desnudo, se ven sus costuras y sus defectos por todos los lados. Su discurso delata una pedagogía primaria...", como portavoz en el Congreso de los Diputados de un partido que pide la comparecencia de un presidente del Gobierno sobre tales medidas, cómo y por qué. O le pueden servir para su candidatura socialista. ¡Sin esperar a los cien días! Pudiera estar justificado. O al menos explicable. Creemos que en los efectos sociológicos, y aun políticos, se tema por la pérdida de credibilidad, tras la promesa electoral de no subir más que las pensiones.

Pero no quiero andar aquí y ahora con estas menudencias -al margen de los reajustes- de los nombramientos, por vía de cuerpos -abogados del Estado- y por esa otra intermedia, por Comunidades. Tengo buenos amigos y conocidos. Me interesa insistir en la altura de miras con que deben abordarse los problemas, pensando en un más allá de la crisis. Esta tendrá una u otra solución. Pronto o tarde. Pero insistiremos en la línea del regeneracionismo en la vida social y moral de España. No olvidemos la corrupción, la mentira y la falta de responsabilidad. Leía no hace mucho tiempo (26-12-2011) que, según Rafael Domingo, investigador en Estados Unidos, "en las últimas décadas, el resurgimiento de un constitucionalismo teocrático, especialmente en el mundo islámico, que sitúa la religión en el corazón de la esfera pública y del debate político, ha coincidido con el desarrollo de un secularismo liberal beligerante, que mira con escepticismo cualquier aproximación a una realidad trascendente y trata de relegar la religión al terreno privado".

Más claro no puede decirse esta advertencia. El cardenal Rouco, en un acto en la plaza de Colón, de Madrid, en el día de las familias, en diciembre de 2011, tuvo a bien reclamar de los poderes públicos una atención más rotunda a la familia, a la vida. Si el tinte liberaloide tilda, en demasía, las salidas a las crisis económicas, en España y en Europa, seguiremos sin descubrir el auténtico acicate y solidaridad de las medidas económicas. No desearía ocurriese aquí. Aunque algún viso hay, por ejemplo, ante una iniciativa dirigida por un abogado murciano, como denuncia a organismos públicos, por ofertar, con ocasión de la Jornada Mundial de la Juventud-JMJ, agosto 2011, "precios públicos por debajo de coste o a pérdida de favor de los integrantes de la confesión religiosa católica". Ese pedir cuentas a un tribunal del mismo nombre, reclamando ese importe de favor, es un síntoma más.

Hay otro paralelo que no puede pasar desapercibido a los gobernantes, para cegarse con lo económico. Lo apunté en el Círculo Ecuestre de Barcelona, con ocasión de la presentación de la obra "El Estatuto de Cataluña. Una meditación sobre España". Al recordar los cerca de 800.000 islámicos existentes en Cataluña, tierra española entrañable, sobre la cual, a pretexto de negocios en el mundo islámico, la población árabe esta in crescendo, mientras la natalidad en Cataluña decrece, y la religiosidad palidece, aprendí de Julián Marías que el arma de "reconquista" árabe no son las de combate, sino la pasividad de los pueblos ante su fe. Así ocurrió cuando, tras la reforma protestante, llegaron a las puertas de Viena. Sí hicieron desaparecer la civilización cristiana en buena parte del norte de África. Es, según Manuel Cruz, lo que se ha venido ya en llamar "la primavera árabe", dentro del debate abierto para compaginar la identidad árabe-musulmana con la democracia formal. (El sacerdote López Vega ha explicado bien en "Matemática de Dios" que son estas las de sumar y multiplicar, mientras que las del demonio son las de restar y dividir).

Por otra parte, me ha alegrado que el almirante para la JEMAD haya sido oído por los propios militares. Así como el fiscal general del Estado lo ha sido por la Junta de Fiscales. No faltan tampoco en el gobierno los apostólicos, o mejor dicho, los que acaso puedan comprender más claramente las reservas del citado profesor Domingo y la óptica del escritor Cruz. Bajar la guardia en este tema no nos llevaría muy lejos. Hemos leído en una revista misionera "Ancho mundo", según relata el P. Burgos, escolapio, las manifestaciones laicistas en Polonia, promovidas por un grupo de activistas ateos, instando a un giro antirreligioso, contrario al espíritu mismo polaco. (Entre nosotros, el exministro de Educación, Ángel Gabilondo instó a la Real Academia de la Lengua a rectificar determinados apelativos en el Diccionario Biográfico, sobre ciertas personalidades confesadamente cristianas. Y en "La república imaginada", artículo de Fernando García de Cortázar, hay una advertencia histórica sobre el devenir de España: "Cuando la derecha gobierna, las izquierdas enloquecen").

¿Esperar a resolver la crisis económica para restablecer el clima moral de la sociedad y de las instituciones? ¿De su corrupción, y de la falta de responsabilidad en las personas y en las instituciones? ¿Y si llegamos tarde y mal?