HE PASADO varias tardes en casa. La gripe, ya lo saben ustedes. Me ha parecido que lo mejor seria romper con el pasado. Y han pasado por mis manos, directos a la papelera, recortes de periódicos, juveniles cartas de amor, fotos de Marilyn, Ava, Ingrid, Greta, Marlene... Programas de fiestas y hasta hojas resecas de desaparecidos rosales, de esas que suelen aparecer siempre, incluso en libros de Misa. En un rinconcito vi un manojo de cartas, cuya letra enseguida reconocí.

Eran cartas del gran actor Carlos Lemos -alguna escrita en Méjico, donde el gran actor, con José Tamayo, había ido a representar "El alcalde de Zalamea", con el público rendido a sus pies, como decía la prensa de aquel país-. No rompí las cartas, por supuesto y allí permanecen junto a otras de Enrique Azcoaga, Mary Paz Ballesteros, Carlos Murciano, Juan Diego... Y llegó mi segunda sorpresa. Una fotografía en la que aparezco sobre las tablas del escenario, junto al actor Enrique Guitart, quien representaba entonces en Garachico la obra de P. Blooch, "Las manos de Eurídice". Y el gran Enrique, a quien yo había comenzado a tratar en la tarde del 22 de agosto de 1975 -tres meses antes de la muerte de Franco- me hizo salir al escenario. Después de hacerme pasear por el patio de butacas, me sentó casi a la fuerza en uno de los dos butacones. Debo aclarar que la obra solo tenía un personaje y el actor lo bordaba. Lo cierto es que leí, me temblaron las piernas y el público aplaudió. Luego me llevó a mi sitio y él siguió hablando solo. Como es lógico, guardo la foto como oro en paño.

Ya saben ustedes que no hay dos sin tres. En una esquina de la gaveta vi un sobre herméticamente cerrado, que contenía un folio doblado y vuelto, dos veces, a doblar. Estaba escrito con tinta roja, como el equipo de Vicente del Bosque. Cuando abrí el folio, me encontré con unos versos que el señor Pemán había escrito (eso me dicen, al menos), para que sirviera de letra al himno nacional, hoy tan mudo y sordo.

Pero el autor de la letra era, ya se lo dije antes, don José María Pemán. Y el señor Pemán era amigo de Franco. O sea, que no pudo ser. Los jóvenes no han conocido la letra; los mayores la han olvidado. Yo se la cuento a ustedes.

¡Viva España! Alzad los brazos, hijos del pueblo español / que vuelve a resurgir; gloria a la Patria que supo seguir / sobre el azul del mar el caminar del sol. / ¡Triunfa, España! Los yunques y las ruedas / cantan al compás / un nuevo himno de fe. / Juntos con ellos cantemos en pie. / La vida nueva y fuerte del trabajo en paz.

¿Aparecen por algún lado los nombres de Carlos Arias Navarro, Enrique Tierno Galván, doña Carmen Polo, doña Dolores Ibarruri? ¿Aparecen los de Federico García Lorca, Miguel Hernández o Pedro Muñoz Seca? ¿Se han encontrado ustedes a Solís, Girón, Largo Caballero, Pilar Primo de Rivera, Pilar Bardem, Rosa Díez o Cristina Almeida? ¿Se han tropezado con la División Azul o las Brigadas Internacionales? ¿Estarán escondiditos por ahí Queipo de Llano, el General Miaja, Santiago Carrillo, Blas Piñar, Rafael Alberty, Gabriel Celaya, Millán Astral? ¿Se habrán recluido en el Valle de los Caídos o en el Alcazar de Toledo? ¿Se irían a Paracuellos? Uno, la verdad sea dicha, no sabe mucho de estas cosas. Pero la memoria se empeña, de vez en cuando, en resurgir.

A mí, sinceramente, me desalienta ver a Casillas, Ramos, Xavi, Piqué, Arbeloa, Puyol, Alonso, Pedrito, y toda esa gente, abrazados, con la boca cerrada y los dientes apretados, mirando a las estrellas, mientras los jugadores de Francia, Alemania, Italia, Portugal... cantan y cantan y vuelven a cantar, mientras el Marqués del Bosque enamorado de la Roja, debería encargar un sencillo trabajito a Joan Manuel Serrat, Víctor Manuel, Miguel Bosé, Joaquín Sabina, Javier Bardem, Penélope Cruz y Pilar Bardem. Seguro que saldría un himno perfecto. Y es que ver a un grupo de atletas, representando a su Patria, ante un público que ruge de amor patrio y no abrir la boca para decir en voz alta ¡España!, le parece a uno un entierrito de tercera, como decían nuestros abuelos.