LA CONSTITUCIÓN de la empresa pública Transportes de Tenerife, Sociedad Anónima (Titsa), en enero de 1978, supuso una apuesta seria de la administración (Renfe y Cabildo, con el 85 y 15 por ciento cada una) para preservar el derecho a la libre circulación y de desplazamiento de las personas en el territorio insular y responder adecuadamente a las exigencias de la población dependiente de este tipo de medio de transportes ante la inestabilidad y quiebra de una de las empresas señeras del sector como lo fue la compañía Transportes de Tenerife, SL, fundada en 1942, o de las populares guaguas rojas. La crisis de aquella empresa en 1978 fue realmente dramática para sus propietarios y empleados, pero, especialmente, para los usuarios, entre los que me incluyo, dado que supuso un serio trastorno para quienes dependíamos de ese medio de transporte, para lo que solo se planteaban como alternativas recurrir al vehículo privado o la práctica del autostop para traslados de ida o de vuelta a lugares relativamente alejados entre diversos núcleos de la isla.

Treinta y cuatro años después desde la constitución de Titsa, su situación económica es bastante delicada si nos atenemos a la cuenta de resultados declarada por la Intervención General del Cabildo de Tenerife, que se traduce en unas pérdidas de 9,8 millones de euros. El presupuesto de la primera institución insular para el presente ejercicio incluye una partida de 9,8 millones para solventar esas pérdidas, de las que hay por sanear 4.024 euros. Unas pérdidas que podrían vincularse, entre otros aspectos, a la pérdida de 1,9 millones de usuarios en 2010 con respecto al ejercicio precedente, lo que representa una disminución del 4,65%, de acuerdo a los datos extraídos de la memoria de la compañía. En 2010 Titsa desplazó 39.759.784 pasajeros. En 2009 registró 41.702.440 usuarios, que representó un descenso de un 9,94% con respecto a 2008, año en el que transportó a 46.303.572 personas.

Hemos tenido la ocasión de contrastar la precariedad, escasez, limitación e inseguridad de los servicios que se prestaban otrora con los que ahora disfrutamos, aunque con serias lagunas en cuanto a regularidad o frecuencia por sectores o zonas.

La transformación de la compañía TITSA fue notoria en las décadas de los ochenta y noventa en dotación de infraestructuras y equipamientos, modernización y ampliación de la flota de vehículos, y el consiguiente aumento en el número de pasajeros. La ampliación de su parque móvil hasta superar las quinientas unidades trajo consigo la creación de nuevas líneas y un aumento considerable de la regularidad en el servicio, pero sin alcanzar las cotas que serían ideales en los grandes trayectos o conexiones entre las áreas urbanas y rurales, un hecho que se puede constatar en el Norte de Tenerife, por citar un ejemplo, con demoras superiores a una hora en domingo o día festivo, especialmente, cuando coincide con una feria o romería. A ello se suma la reestructuración de las líneas menos demandadas.

Sin embargo, todo el esfuerzo realizado por las administraciones que han gestionado y gestionan la compañía de guaguas de Tenerife no se ha visto traducido con un mayor uso del servicio público, sino que, por el contrario, ha aumentado el uso del coche en su detrimento. El usuario se decanta por la rapidez y comodidad del vehículo privado, un tanto disuadido por la incertidumbre de si va a llegar a tiempo a su destino en guagua o por las esperas que tiene que soportar, en el mejor de los casos en estaciones con terminales confortables, calificativos que no se le puede atribuir a la mayoría de ellas. Y valga como motor de muestra la flamante estación de diseño de La Laguna, soportable en verano pero insufrible en invierno en sus dársenas, o los defectos detectados en el intercambiador de Santa Cruz de Tenerife.

El avance tecnológico de Titsa es incontestable con el paso de los años, aunque tendrá que limar muchas aristas en calidad y cantidad de los servicios que presta, pero necesitará también la implicación no solo de las administraciones, sino del conjunto de la sociedad.