EN ESTA isla nuestra de Tenerife se están viendo casos realmente incomprensibles, por emplear solo uno de los muchos calificativos que pueden aplicarse a esta acción. La cosa empieza, y se da por terminada, sin solución por los causantes, el 23 de febrero del año 2006, fecha en que, en mala hora, una señora de nombre doña Luz Marina Lo Cascio da a luz una criatura en el Hospital Universitario de Canarias y dicen en el centro sanitario que el bebé murió, a poco de nacer, por falta de oxígeno, lo que la madre temía debido al tiempo transcurrido cuando, habiéndose producido el parto, nadie se acercó a atenderla.

Justo en esa fecha, la señora presentó en el establecimiento una demanda de reclamación patrimonial y ha estado seis años, transcurridos hasta ahora, esperando que el HUC se responsabilice o se pronuncie por el fallecimiento de la criatura. Supóngase el sufrimiento de una madre que espera tanto tiempo para que le digan lo que pasó con su hijo.

Se produce un silencio administrativo intolerable y hasta inhumano, tratándose de lo que se trata, que el abogado de la familia llevará a los tribunales. El informe del forense que realizó la autopsia sí se conoce. Dice que el recién nacido "tuvo una muerte violenta causada por falta de aire". ¿Y puede darse ese deplorable caso de desasistencia, descuido y hasta ignorancia de las consecuencias, en un centro sanitario de la importancia y la supuesta responsabilidad de todo un Hospital Universitario? ¿Dónde estaban los médicos encargados de controlar los menesteres sanitarios que efectúan los enfermeros u otros médicos? ¿Tuvieron en cuenta los galenos que la parturienta padecía una diabetes gestacional que, según se informa, fue mal controlada durante el parto? La respuesta, según lo ocurrido, es que no.

La demanda presentada hace cuatro años aún no se ha resuelto, aunque sí, según el abogado, demandas posteriores. Serán, pues, los jueces los que digan lo que la Justicia determine en el primer centro sanitario de la provincia, porque en Las Palmas hay otro, que allí cuidan y prestigian, que desarrolla su labor asistencial, que se sepa, sin cierres de quirófanos y otros puntos negativos en su quehacer, que llegan también al Hospital del Norte de Tenerife.

¿En qué manos está nuestra sanidad pública? ¿En manos de ineptos, de irresponsables, de incumplidores o de individuos que, por falta de formación, padecen y practican las tres cosas a la vez con los pacientes, incluso en los mejores hospitales? Señor presidente del Gobierno y señora consejera, la desatención sanitaria en la forma en que la han llevado a cabo en este caso puede ser delictiva, porque se juega con la vida de un ser humano, precisamente por quien o quienes tienen la obligación de salvar esa vida. Quien avisa no es traidor. Y los incumplidores, a todos los niveles, pueden darse por avisados. No podemos convertir nuestros hospitales en mataderos como los de las vacas.