ESCRIBIR sobre don Manuel Fraga Iribarne, presidente-fundador del Partido Popular, desaparecido hace escasos días a la edad de 89 años, es disertar sobre la memoria colectiva de las últimas seis décadas de todo un país. Su aportación a la política española solo puede calificarse como decisiva.

Tuve el inmenso placer de compartir escaño y vivencias en el Senado con Fraga la pasada legislatura -de hecho, nuestros despachos estaban uno al lado del otro-, y debo decir que no abundan ejemplos como el suyo de vocación de servicio público, formación y lealtad a unas ideas y principios. Esta inquietud le llevó a fundar el partido Reforma Democrática, germen de Alianza Popular y del actual Partido Popular de España.

Nacido en 1922 en la población de Villalba, Lugo, de la que su padre fue alcalde, Manuel Fraga fue el mayor de los doce hermanos de una humilde familia. Como antesala de su porvenir político, se labraría un gran currículo académico de inusitada precocidad, que inició en la enseñanza pública.

En 1945, con 23 años, ingresó por oposición en el Cuerpo de Letrados de las Cortes. Fue el primero de su promoción, como también lo sería dos años más tarde en su acceso al Cuerpo Diplomático. Hablaba, de hecho, cuatro idiomas. Ya en 1948 obtuvo la Cátedra de Derecho Político de la Universidad de Valencia, prueba de su prodigiosa memoria y vigor intelectual.

Las inquietudes políticas despertaban en el joven Fraga, que con 31 años ya era catedrático de Teoría del Estado y Derecho Constitucional de la Universidad Complutense de Madrid, y había desarrollado puestos relevantes en distintos departamentos del Gobierno.

Su primera gran oportunidad le llegó en 1962, cuando fue nombrado ministro de Información y Turismo, un puesto desde el que contribuyó a forjar la imagen de un país que comenzaba a abrirse al exterior. Suyo es el eslogan todavía vigente "Spain is different"; creó la red de paradores nacionales y también a él debemos el despegue inicial de un sector que se convertiría en el más importante de nuestra economía.

España cambió en aquellos años, y todo apuntaba a una apertura del régimen, tendencia que abanderó Manuel Fraga, poniendo el acento en la necesidad de reformas institucionales que allanasen el camino a un nuevo sistema económico y político.

Alternó estas responsabilidades políticas con dos periodos como embajador de España en el Reino Unido durante los primeros años setenta, y ya en la Transición forma parte del primer Gobierno de Carlos Arias Navarro como vicepresidente y ministro de Gobernación. Encabezaba una de las corrientes reformistas de la época, que abogaba por un tránsito pacífico hacia la democracia, y suya era la responsabilidad de velar por la seguridad ciudadana y conducir la reforma política.

Relevado Arias Navarro por Adolfo Suárez, en 1976 Fraga funda Alianza Popular, partido por el que concurre por vez primera a unas elecciones, obteniendo dieciséis diputados. Esto le permitió formar parte de la ponencia encargada de la redacción de la Constitución española, proceso en el que destacaron tanto su visión integradora como su apuesta por la consolidación del régimen autonómico.

En las elecciones generales de 1979 encabeza la llamada Coalición Democrática, que cosechó diez escaños. Desde uno de ellos tuvo la valentía de enfrentarse directamente a los artífices del golpe de Estado de 1981, al grito de "yo ya no aguanto más, disparen contra mí". Enérgico, Fraga declararía sobre este suceso que "prefería morir con honra que vivir con vilipendio".

Para las Generales de 1982 y 1986 logró aglutinar bajo unas mismas siglas a las distintas sensibilidades surgidas tras la disolución de la Unión de Centro Democrático (UCD), que concurrirían como Coalición Popular y obtendrían en ambos casos el respaldo de un 25% del electorado.

En las dos ocasiones lideraría la oposición al presidente del Gobierno, Felipe González, a quien ofreció su colaboración en importantes asuntos de Estado. Su eterno rival llegó a decir de él que le cabía el Estado en la cabeza. El respeto entre ambos terminó por fraguar una singular relación de mutuo aprecio, como la que le unía al histórico dirigente comunista Santiago Carrillo.

Tras una breve retirada de la política y su paso por el Parlamento Europeo, en 1989 impulsa el nacimiento del Partido Popular, que lideraría el entonces presidente de Castilla y León, José María Aznar.

Habiendo dejado en las mejores manos la formación política que contribuyó a alumbrar, Fraga enfila una nueva etapa en su ya prolongada carrera y se presenta a las elecciones autonómicas de Galicia. Entre 1989 y 2005 encadena una extraordinaria sucesión de mayorías absolutas que consolidan el autogobierno de su región.

Ejemplo de persistencia en la vida política, ya superados los 80 años, Manuel Fraga es designado senador por Galicia en 2006 y repite experiencia en 2008. En esta última etapa tuve la inmensa suerte de coincidir con él y embeberme de sus teorías sobre el papel de la Cámara Alta como representación de las comunidades autónomas y canalizador de su representación en el exterior.

Como ejemplo de su mente preclara, a pesar del deterioro de sus últimos años, permitan que citemos las cartas escritas a mano que nos dirigió para felicitarnos por nuestra actividad en el Senado, en concreto por dos mociones sobre la investigación con células madre que fueron aprobadas por unanimidad.

Miembro de las Reales Academias de Ciencias Económicas y Financieras, de Doctores de España y de Ciencias Morales y Políticas, era un apasionado lector y escritor, con una prolífica obra que atesora más de ochenta títulos que incluyen tratados sobre Derecho, Economía y Política, biografías y ensayo.

La contribución determinante de Manuel Fraga a nuestra sociedad se ha visto recompensada con decenas de condecoraciones civiles nacionales e internacionales, entre ellas, la Gran Cruz de la Orden de Carlos III, la Gran Cruz de Isabel la Católica y la Gran Cruz de la Orden de Alfonso X el Sabio, así como la Gran Cruz y Collar del Mérito Civil, la Medalla de Oro al Mérito en el Trabajo y la Medalla de Oro de Galicia.

En estas épocas de crisis cobra aún más sentido un homenaje a este hombre de mayúscula talla política e intelectual, de crucial contribución a nuestro actual sistema de derechos y libertades.

Permitan, para terminar, que nos apropiemos de una frase del actual presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, quien definió a don Manuel Fraga Iribarne como uno de los políticos más grandes del siglo XX y pieza esencial en la Transición española.

Su ímpetu, vitalidad y pasión por el servicio a la sociedad quedarán entre nosotros. Descanse en paz.