OCURRIÓ lo que muchos sospechábamos, aunque un poco tarde. La empresa pública que explotaba y administraba el Casino Taoro del Puerto de la Cruz, dependiente del Cabildo Insular de Tenerife, puede quedar disuelta, más pronto que tarde, a consecuencia de las pérdidas que ha tenido en el año 2011, que ascienden nada menos que a 1.017.000 euros, cifra que incrementa el déficit acumulado de más de 7.700.000 euros, al finalizar el año en curso. La Intervención del Cabildo informa de que se ha producido un debilitamiento patrimonial que genera una situación de grave riesgo y se añade que la sociedad terminó los últimos ejercicios, pero no se dice cuántos, también con pérdidas que tampoco se cuantifican en el informe, el cual añade que la disolución de la sociedad Casino Taoro, S.A., se está evitando, de momento, por contar con un préstamo participativo dentro de un pasivo no corriente que, a efectos de cálculos, engrosa su patrimonio en seis millones de euros, como queda reflejado en el informe de la Intervención del Cabildo al Presupuesto General de la Corporación para este año.

El citado documento, que es preceptivo, destaca que el Casino Taoro es una sociedad que ha incurrido en pérdidas en los últimos ejercicios y se estima que el ejercicio presupuestario de 2011 se realice también en negativo por importe de 1.017.110 euros. En consecuencia, en el presupuesto de 2012 se contempla una estimación de 6.761.010,58 euros en concepto de pérdidas acumuladas. El pronóstico es, pues, pesimista.

Cuando alguien, creo que prematuramente y sin medir las futuras consecuencias del cambio, propuso trasladar el Casino Taoro desde el edificio del histórico hotel Taoro, al tiempo que, prácticamente, borró del mapa portuense al emblemático establecimiento, puso en riesgo el casino del mismo nombre, que había ganado solera. En aquellos días en que se anunció el traslado publiqué en este columna más de un comentario en el que hice constar, a mi entender, las diferencias entre uno y otro inmueble para establecer un casino, entre ellas las cualidades del edificio del Taoro, por su aislamiento urbano, que era una condición favorable para atraer asistentes al casino de juegos, en cuanto a su anonimato, porque a casi nadie le agrada que lo vean entrar a un lugar donde se juega dinero. El Parque Marítimo está más a la vista que el Casino Taoro y dije que ese era un inconveniente. Ahora ocurre lo de las pérdidas, que, en parte, podrían ser por las causas que apunté en aquellos escritos.

Y ya llegamos a que un magnífico e inigualable establecimiento, como el hotel Taoro, está, prácticamente, en desuso, y un Parque Marítimo que es una gran obra de César Manrique y que no he visto otro igual en el casi más de medio mundo que conozco, que estará lo mismo, pero como casino.