Nos sigue abordando la gente en plena calle para criticarnos la deleznable gestión, políticamente hablando, del necio político que nos gobierna. En Canarias estamos viviendo una situación de auténtica alarma social ante el empeño de Paulino Rivero, además de otros compinches políticos como es su esposa Ángela Mena o la quícara Oramas (recordamos que el sobrenombre de quícara se lo ha puesto ella misma) de seguir en el poder pese al enorme daño que le están haciendo todos ellos a estas Islas. Resulta incomprensible que el partido en el que militan, Coalición Canaria, los mantenga en sus puestos. ¿No se dan cuenta de que este torpe y bruto político -los magos son respetables pero Paulino Rivero no es un político al que podamos respetar en su faceta de hombre público, pues en aspectos personales nunca entramos en nuestros comentarios y editoriales- los está conduciendo al desastre? Paulino Rivero no es un hombre inteligente sino un individuo políticamente reprobable que, además de causar la ruina de una tierra que siempre había sido afortunada, ha dinamitado a su partido para seguir él en el poder. ¿No se dan cuenta de esto, volvemos a preguntarlo, los auténticos nacionalistas, que sabemos que los hay en CC? ¿A qué esperan para obligarlo a dimitir o para echarlo a empujones si no lo hace voluntariamente?

Por si fuera poca la desfachatez que rodea al nefasto Gobierno de Rivero, el portavoz político del Ejecutivo regional, Martín Marrero, ha dicho que la propuesta de Montoro de castigar a los políticos que gasten más de lo presupuestado es una tontería. Esto solo puede decirlo el portavoz por indicación de su presidente, el necio político que nos gobierna, porque, como decíamos en nuestro comentario de ayer, si se persiguiese penalmente la mala gestión, hace tiempo que Rivero estaría encerrado en una prisión de máxima seguridad con una condena a cadena perpetua. No queremos ver al torpe político entre rejas, aunque se lo merece. Nos basta con que dimita y se exilie; es suficiente con que se marche a un lugar en el que ningún canario pueda encontrarse con él, pues después de lo que ha hecho, empezando por lo que le ha hecho a esta casa, no es digno de vivir en este Archipiélago rodeado de un pueblo noble al que ha traicionado.

Para mayor afrenta de los tinerfeños, anda Rivero en estos días visitando a las murgas del carnaval de Santa Cruz acompañado por Bermúdez. Acompañando al alcalde más chisgarabís que ha tenido la ciudad más importante de Canarias precisamente por culpa de esa tozudez de don Paulino de pactar con los perdedores para mantenerse él en la poltrona de presidente. Y lo mismo podemos afirmar -ya lo hemos comentado otras veces- del Cabildo de Tenerife y del Ayuntamiento de La Laguna: las tres principales instituciones de la Isla puestas en manos del PSOE, y consiguientemente de Las Palmas, por culpa del déspota político y su mariachi. Bermúdez, como alcalde, es una marioneta cuyos hilos maneja Julio Pérez. Lo cual no sería del todo malo -Pérez tiene mucha más altura política que Bermúdez- si no fuese porque Pérez es un hombre fiel al PSOE, cuya sede regional está en Las Palmas. La única función de Bermúdez es callar y obedecer. Cualquier día vemos a Julio Pérez sacarlo a pasear con una correa de color rosa para que haga pipí en las esquinas, como hacen las señoras, y también algunos señores, con sus caniches. A esto ha llegado Santa Cruz. Y el culpable no es otro que Paulino Rivero; alguien a quien nadie quiere en esta tierra salvo sus parientes, amigos y allegados.

Ya que hemos hablado del Carnaval, el que se avecina será el más triste de los que se recuerdan en Tenerife, como lo han sido las Navidades. De nada servirán los esfuerzos del concejal Ballesteros, encargado de organizar esta fiesta. Realmente, nada sirve de nada ni para nada en el Archipiélago mientras lo gobierne un individuo tan necio, torpe, déspota, iletrado y bruto, siempre políticamente hablando, como es el señor Rivero; alguien, por si fuera poco, manejado por su esposa.

En definitiva, Paulino Rivero es una persona políticamente tan indigna, que no nos explicamos cómo tiene la caradura de no dimitir. Es un hombre de pésima gestión, amén de cínico y ruin políticamente. Ni siquiera se puede decir de él que es un político, porque no es más que un mago -reiteramos que con todo el respeto para el mago- y un bruto que no piensa porque no tiene cerebro.

Coalición Canaria llorará su desaparición total dentro de poco como cuando Boabdil "el Chico" perdió Granada por su cobardía. Coalición Canaria llorará, repetimos, por culpa de la innegable inutilidad política de Canarias: Paulino Rivero. ¿Qué necesidad tiene Canarias de aguantar la ineptitud y el empecinamiento de este déspota y caradura político, que se ríe del pueblo de forma tan descarada?