1.- El pasado lunes, como ya les conté, se me averió el iphone, instrumento sin el cual yo no soy nadie; lo reconozco. Puede que con el iphone tampoco. Me sentí totalmente desnudo cuando observé la pantalla negra, inerte. Me he convertido en un esclavo del celular; sin él no puedo saber de mi familia, ni llamar al médico, al abogado, a los compañeros de trabajo, a este periódico. Ni a la compañía de taxis, ni al taller, ni a la grúa, ni a mis amigos. Nuestra vida está absolutamente ligada al teléfono móvil, en el cual hemos almacenado la agenda de nuestra vida. Además, con el chat familiar de WhatsApp sigo la pista de los miembros de la familia desperdigados por ahí, una en Madrid, la otra en Londres, etcétera. El móvil nos ha capturado y hasta para embarcar en un avión te vale la tarjeta reflejada en su pantalla. Y para recibir los correos. Y para enviar los mensajes. Pronto entraremos en el cine con el móvil y ya podemos comprar con él las cosas más insólitas. Vodafone me envió otro iphone, esta vez el 4 S, gracias a los puntos almacenados, pero en el otro se quedó parte de mi vida. Dice el técnico que la resurrección es posible, previo pago de su importe.

2.- Con el iphone puedes llamar gratis, si logras conectar el Viber, y hacer mil maravillas, si eres habilidoso. Una de mis hijas se maneja muy bien en la Red, la otra prefiere los móviles antiguos; les coge cariño. Bueno, pues les diré que no es lo mismo el iphone 4 que el 4 S. Prefiero el 4, de calle, puede que porque lo tenía hecho a mi medida. Por ejemplo, no he podido, en el nuevo, conseguir que mi número aparezca en las llamadas, sino que se refleja un nada educado "número oculto". Por más que lo intento no hay forma de convencer al puto celular de que no deseo llamar como un anónimo, sino con mi número de teléfono. No lo he conseguido. Espero sus amables respuestas porque ni siquiera en Vodafone supieron decirme cómo lograr esta aplicación, que venía mal de entrada.

3.- Repito que me sentí desnudo ante el mundo, desprotegido, inquieto, cuando se oscureció mi móvil, el pasado lunes, un día totalmente negro para mí por los motivos expuestos en un artículo anterior. Nos hacemos esclavos de la comunicación y cuando tenemos un pequeño instrumento en el bolsillo que nos acerca a todos y a todo ya no podemos estar sin él. Y pensar que hace veinte años vivíamos sin teléfono móvil y vivíamos estupendamente. Recuerdo cuando me colocaron el primero, en el coche, un Ericsson, un armatoste que algunos sacaban a la calle, como si fuera un maletín. Ni siquiera me acuerdo del número, ni tampoco sé a dónde fue a parar aquel aparato, que sin embargo nunca me falló. No como mi sofisticado y añorado iphone 4, todavía en urgencias.