DIGNIFICAR al empresario de la construcción, tan atacado en los últimos tiempos, es importante no solo para Fepeco en particular, como patronal del sector en nuestra provincia, sino que, en general, es clave para nuestra economía y sociedad. Siempre que nos quieran escuchar, e incluso aunque no lo hagan, seguiremos en ese empeño. Los empresarios del sector estamos dispuestos a liderar de nuevo el crecimiento económico de nuestra tierra, porque tenemos la responsabilidad de ser los impulsores de la economía, como ha sido siempre. Y nos enfrentaremos a quien quiera paralizar la construcción, pero tenderemos una mano a los que apuesten por fortalecer el sector, que en definitiva es apostar por un crecimiento seguro de la economía y un desarrollo social para asegurar el futuro de nuestros hijos en Canarias.

Ahora más que nunca se ha hecho realidad lo que venimos diciendo desde la Federación durante los últimos treinta y cinco años. A saber: que la construcción es el motor de la economía y la verdadera "locomotora" que arrastra por los demás sectores económicos. Cuando se para, se produce una verdadera recesión en el empleo y en la actividad. Miles de trabajadores que ahora desgraciadamente están desempleados pueden dar buena fe de lo que decimos. Otra cosa son los ataques continuos y gratuitos de los de siempre contra la construcción, claro está, realizados desde trabajos seguros y estables y desde cómodos despachos, como algunos funcionarios o profesores de Universidad, o con intereses ajenos a nuestra Isla, por poner unos ejemplos de todos conocidos en nuestra Comunidad Autónoma. Además de otros iluminados que solo buscan notoriedad social y mediática, precisamente, denigrando gratuitamente al sector de la construcción.

No se trata de defender posturas difíciles o actitudes censurables, sino de explicar de forma clara y sencilla dos premisas claras: que el sector de la construcción es mucho más que el ladrillo, cuando se utiliza esta expresión de forma peyorativa y despectiva, y que el empresario de la construcción, como el resto de empresarios, es un valiente, decidido a arriesgar su patrimonio personal y empresarial, y me atrevo a decir que hasta su salud, por sacar adelante su empresa y a crear puestos de trabajo, claro está, con la intención de obtener un beneficio. Porque esa es la función social del empresario.

La situación difícil que padecemos ha hecho patente que estas dos premisas son realidades incuestionables, pese a que algunos todavía lo sigan negando: que les pregunten a tantos trabajadores que ejercían su trabajo en la construcción y ahora no lo encuentran por ningún lado, a las empresas constructoras, promotoras, pero también auxiliares, ferreterías, fabricantes de materiales o de puertas, fontaneros, electricistas, talleres de aluminio, carpinterías, comercios, etc., de si el sector de la construcción es importante para la economía de nuestra tierra. Ellos lo saben, porque padecen ahora su paralización.

Quizá no salgamos de la crisis por la construcción, pero lo que está claro es que no saldremos de la misma sin la construcción. Llevamos unos años con unos datos positivos en cuanto al turismo, pero su repercusión en el empleo no se ha hecho notar. Porque solo no puede arrastrar a los demás sectores. El binomio construcción-turismo, eso sí, es una apuesta segura y de futuro para crear empleo y comenzar la ansiada recuperación económica y crear confianza en la economía.

La Administración tiene que comprender, y seguro que lo sabe ya, que sin construcción no hay vida, que las inversiones en infraestructuras son determinantes y claves para el crecimiento económico y social de cualquier territorio, y que la apuesta decidida por el mercado de la vivienda da respuesta a una demanda social, y sobre todo aumenta la calidad de vida de nuestros ciudadanos. Pero, sobre todo, solicitamos enérgicamente que, ante la imperiosa necesidad de liquidez de cientos de empresas del sector, se hagan efectivos los impagos que las distintas administraciones adeudan a las empresas. Esta deuda, que en algunos casos sufre retrasos de dos años, imposibilita que, en ocasiones, las empresas puedan pagar a sus trabajadores y proveedores. En muchos casos es desesperada y dramática la situación de las pequeñas y medianas constructoras locales que se dedican a la obra civil. Las razones de esta situación son, por un lado, la ya citada elevada deuda que tienen las Administraciones Públicas con las empresas, y, en segundo lugar, el recorte en los planes de inversión que ha emprendido el sector público para cumplir con la reducción del déficit. Los recortes presupuestarios nunca deben hacerse en el capítulo de inversiones; hay otras partidas que se podrían aminorar o eliminar, que incluso no se notaría su ausencia. Y nos referimos a tantos gastos superfluos que vemos en las Administraciones.

Las entidades financieras han pasado de querernos demasiado a olvidarse conscientemente de nosotros. Los mismos que antes nos perseguían para que hiciéramos las pólizas y las hipotecas con su banco ahora se esconden. Nosotros seguimos siendo los mismos; los que han cambiado son ellos. La falta de crédito al sector para iniciar nuevos proyectos, cuando se trata de financiar inmuebles con un precio ajustado y con una demanda garantizada, es insostenible. No solo para el empresario y el ciudadano, sino también para la economía.

La llamada exposición problemática de los bancos y cajas de ahorros vinculada a la actividad de la promoción inmobiliaria ha sido culpa exclusivamente de las políticas expansivas de las entidades financieras, que arrastraron a nuestro sector a una deriva también expansiva de la actividad, insostenible en el tiempo. Los empresarios de la construcción no somos los culpables de la crisis, sino todo lo contrario, los primeros perjudicados. Los bancos son los verdaderos responsables de la situación que hoy estamos viviendo, junto a la voracidad de las distintas Administraciones Públicas, por recaudar vía impuestos y desangrar económicamente a las empresas, quitándole su liquidez para emprender nuevos proyectos e invertir. Más del 28% del coste total de una inversión y promoción inmobiliaria se va en tasas, impuestos y licencias, por lo que ahora, al reducirse las mismas por la paralización de la actividad, lo que ha dejado al descubierto son unas Administraciones sobredimensionadas en personal, sobre todo de confianza, que "vivían" de la construcción.

No podemos olvidar los efectos positivos que sobre el empleo y la generación de actividad tendría la inversión en política de vivienda de protección oficial y de rehabilitación y reformas de todo el parque público de viviendas en Canarias, que se encuentra muy deteriorado. Tenemos que cambiar los parámetros; se tiene que ir a la rehabilitación, conservación y mantenimiento de lo ya ejecutado. En Fepeco, con la aportación, ideas y sugerencias de muchos empresarios y profesionales del sector, hemos creado el Registro de Empresas de Rehabilitación y Reformas, RRR, enfocado a esta filosofía de apuesta por el mantenimiento frente a la obra nueva. Por poner un ejemplo, desde hace diecisiete años nuestra Federación ha expuesto documentalmente, por activa y por pasiva, al Ayuntamiento de Santa Cruz de Tenerife y a cuantos han querido escuchar que había que rehabilitar uno de los barrios más entrañables de Santa Cruz, como es El Toscal. Rehabilitar lo necesario, construir lo indispensable, reconvertir las calles en vías peatonales, con el fin de que florezcan el comercio, la restauración y dar vida a una zona actualmente degradada en el centro de nuestra ciudad y que se convirtiera en un polo de atracción para el turismo de cruceros que entra por nuestro puerto y se encuentra desorientado en una plaza de la Candelaria llena de cachivaches y vacía de actividad comercial o de ocio. Pues bien, después de casi dos décadas, El Toscal se está cayendo y nadie hace nada. ¡Así nos va!

Mientras los políticos sigan mirando para otro lado y no se fijen en la construcción, seguiremos en caída libre. Como en otras crisis, también saldremos adelante, porque los empresarios de la construcción estamos acostumbrados a superar obstáculos y volveremos a ser los artífices de la recuperación, arrastrando a la economía de nuestra tierra por senderos de progreso y estabilidad.