DICE el refrán que poco dura la alegría en la casa del pobre. Y nosotros, España, como somos pobres, el alivio del jueves, cuando el Tesoro logró colocar casi el doble de lo que ofrecía y a un interés más bajo que en emisiones anteriores, se hizo añicos el viernes por la tarde-noche cuando una señora llamada Standard & Poor''s vino a fastidiar esa momentánea alegría con su decisión de rebajar en dos grados la calificación de España. No debe servir de consuelo, pero en esta ocasión la dama en cuestión no ha dejado títere con cabeza y Austria, país envidiable por sus prestaciones sociales, su calidad de vida y su sosiego político, pierde la nota máxima. En el cesto han cabido también países como Italia, Chipre y la Francia de Sarkozy; es decir, el euro ha perdido solvencia.

En el caso que nos afecta -España- la dama ha puesto deberes al Gobierno y le ha dicho a Mariano Rajoy que no le basta con el hachazo fiscal ni con el recorte de gastos. Que no, que hay que afrontar reformas y por mi cuenta y riesgo añado que también reajustes y recortes. Al tiempo.

Standars & Poor''s, Moodys y demás damas existen desde hace muchos años, y desde el primer día de su existencia se han dedicado a analizar cuanto les rodea. Pero estaban ahí y sus informes y diagnósticos ocupan un espacio limitado y su influencia era la justa. Ahora no. Ahora las llamadas agencias de calificación se han convertido en auténticas dictaduras. Han ganado terreno ante los gobiernos y mercados. Se les tiene, o eso parece, un respeto reverencial. Influyen de manera determinante. Se puede decir que son auténticos gobiernos a la sombra. ¿No es excesivo este poder? ¿No hay manera de contrarrestar el espacio excesivo que ocupan? ¿Quién o quiénes las vigilan y diagnostican a ellas?

Está en ciernes la creación de una agencia europea de calificación. La iniciativa está en marcha con la participación activa de España, pero el camino por recorrer es largo y complicado. Tendrá que pasar tiempo hasta que los europeos contemos con nuestra propia agencia, pero incluso cuando exista habrá que embridarla para que no se convierta en una dama resabidilla que todo lo sabe, que todo lo ve.

A los españoles, al menos, no nos hace falta que Standar & Poor''s nos diga que necesitamos reformas y recortes -los habrá- y reajustes. Los ciudadanos lo sabemos y lo tememos, y el Gobierno también. A muchos nada nos gustaría más que los gobiernos europeos, empezando por el nuestro, pusieran en su sitio a estas damas cada vez más insolentes.