AQUELLOS con los que ha estrenado el PP su andadura como Gobierno del Estado. Como Gobierno de España. Uno de ellos, meternos la mano en el bolsillo vía incremento del IRPF y sin acometer, como premisa, la persecución del fraude fiscal que tanto "chorizo" comete en nuestro suelo patrio. Bien es verdad que este punto de vista es muy particularmente mío, pues sabido es cómo desde nuestra ancestral picaresca siempre se ha considerado casi como un dechado de virtudes a quien engaña al fisco. Hasta tal punto llega nuestra decadencia del concepto "solidaridad". No acertamos a entender que lo que aquel defrauda lo enjugamos otros con mayor aportación de la que nos correspondería en una equitativa distribución. Y siempre ha sido recurrente, para todo Gobierno, tirar de la clase media. Los poderosos blanquean, defraudan, evaden capitales y no pasa nada. Y si por arte de algún inspector empeñado en corregir el desmán se imputa a alguno de esos poderosos, la lentitud y "garantismo" de nuestra Justicia determinarán la prescripción del delito. Y aquí paz y en el cielo gloria. Y el dinero blanqueado, defraudado o evadido quedará a buen recaudo del actor.

"Cien años de honradez" era nuestro lema en los albores de los años 80 del pasado siglo; pretendían corregir aquellos desmanes. Tengo la impresión de que ni se intentó: continuó el fraude; se incrementó el blanqueo; continuó la evasión; se amplió la corrupción. Y así llegamos hasta los momentos actuales. Desmanes, todos ellos, teñidos de azul y rojo. Son los teñidos de rojo los que más me duelen, porque han supuesto la decadencia de unos valores que yo presumía íbamos a aportar a una sociedad salida de las tinieblas. ¡Cuánta decepción!

Otro de esos malos principios del actual Gobierno ha sido la profanación, prostitución y desdoro cometido al hacer uso indigno de algo tan respetable como es el valor moral de una condecoración. Si Fernando VII levantase la cabeza y viese el devenir que ha tenido la Real Orden de Isabel la Católica, que instituyó para premiar los servicios excepcionales a la patria de aquel que se hubiese hecho acreedor a ello, se horrorizaría. ¿Cómo encaja el otorgamiento del Collar de la Orden de Isabel la Católica; la Gran Cruz de la misma Orden; la Gran Cruz de la Real Orden de Carlos III, a los miembros del Gobierno que fueron artífices de la situación que padece España y al que el propio Sr. Rajoy acusa ahora de habernos mentido en asunto tan grave como el déficit y que ha motivado esa metida de mano en nuestro bolsillo? ¿Dónde está la autoridad para tomar las decisiones correctas? Si era correcta la decisión de incrementar la presión fiscal por causa de lo hecho por aquellos, ningún reconocimiento de honor se les debía. Y si el reconocimiento de honor era de justicia por la lealtad a España, y por tanto a los españoles, ¿a cuento de qué someternos a esta presión fiscal? Y S. M. el Rey sancionándolo todo, lo uno y lo contrario.