Les ha llegado el fin. Ya no son personajes públicos, no ostentan representación alguna ni la dirección provincial de algún servicio estatal. No. Ahora son como todos. Ciudadanos de a pie, o por lo menos debería ser así. Claro está que en este país, donde un torero mata a una persona y no pasa nada, donde más de la mitad de los habitantes están a favor de una duquesa y en contra del Rey, donde los que roban para comer van a la cárcel, y los que roban, prevarican y especulan conviven con nosotros en las calles; y donde los jueces que deben velar por esa utopía llamada justicia son nombrados por los políticos, pues, con todo esto, está por ver si a todos estos que dejan el cargo no se les coloca en otro más acorde con los tiempos que corren.

Sabemos de antemano que no vendrán a despedirse; no se preocupen, ya lo hacemos nosotros, que a lo largo de sus mandatos hemos demostrado tener unas cualidades que ellos no han podido adquirir en sus cargos.

Al exsubdelegado del Gobierno en Santa Cruz de Tenerife desearle lo mejor. Sé que añorará muchas cosas en su nueva vida, pero los cargos políticos son así. Durante su mandato le solicitamos muchas reuniones, que por algún misterioso motivo nunca se produjeron. Quizás sea por un pequeño defecto suyo de demonizar a un pequeño grupo de ciudadanos residentes en la costa de Candelaria; de incrementar la "supuesta" peligrosidad de un grupo de personas que por defender sus viviendas y, sobre todo, por defender sus derechos, esos derechos que vienen recogidos en la primera ley de este país, la Constitución española, que usted juró defender y que en su articulado expone: "Las normas relativas a los derechos fundamentales y a las libertades que la Constitución reconoce se interpretarán de conformidad con la Declaración Universal de Derechos Humanos y los tratados y acuerdos internacionales sobre las materias ratificados por España". Por eso, digo, sufrieron persecución y vigilancia por parte de los servicios que estaban a sus órdenes. Imagino que ya se habrá dado cuenta de que no somos los peligrosos delincuentes, creadores y desarrolladores de tácticas terroristas.

En fin, don José Antonio, como dice la canción, que le vaya bonito. Solo recordarle que los famosos cócteles se elaboran con botellas de cristal, no de plástico, e invitarle a pasar por lo que queda de nuestras casas y charlar con nosotros, ver cómo estamos viviendo después de más de tres años, que igual se le desmorona esa idea suya de que somos elementos subversivos.

Queremos despedirnos también del ex ingeniero jefe de la Demarcación de Costas de Tenerife, ya que después de una relación de casi cinco años nos sentíamos obligados. Decirle que, aunque no lo crea, nosotros lo respetamos por su cargo. Comprendimos sus obligaciones, pero nunca entendimos el enconamiento que obtuvimos de usted con todo nuestro pueblo. No hay que hablar de la ley, pues la ley es claramente injusta, como la define la oficina del Defensor del Pueblo. La ley debe ser para todos y no disfrazarse al antojo de unos pocos, con términos urbanísticos que normalmente desembocan en pura especulación.

Durante años le advertimos de que muchas de las viviendas destruidas eran la única residencia de personas que no tenían ni recursos ni medios para adquirir otra, pero usted negó esas afirmaciones y propició una situación de personas sin hogar, por cierto, contraria a la Constitución, y con las obras de un paseo inútil, que se está alargando no en longitud, pero sí en el tiempo, permitió que se vulneraran continuamente derechos fundamentales. Incluso poniendo en peligro las vidas de los vecinos.

A ambos, desde Cho Vito, solo decirles que les recordaremos. Sin más calificativos.

Antonio Alonso Orihuela

(Candelaria)