1.- Rajoy debe de ser algo así como una piedra berroqueña; como todos los opositores. Por eso se ha colocado sus orejeras europeas y va a matarnos, con tal de cumplir con Merkel, Sarkozy y todos los señores y señoras de Bruselas/Estrasburgo. Aquellas medidas de ayudas a las pymes para que contraten y a los autónomos para que no fenezcan se han quedado en vigilar los tarjetazos y en limitar las transacciones en efectivo. Para acabar con la economía sumergida, ya saben. Y, de camino, con el consumo, que es la clave para remontar. Rajoy es una continuación de Zapatero, me da a mí por las trazas en la cosa de la economía, así que no esperen mucho. Cada vez que la derecha llega al poder, para hacerse más de izquierdas empieza a hablar del fraude fiscal. Se hace muy dura. Luego su discurso se va diluyendo, hasta caer en la guerra de Irak, en la que nadie, sino Bush, nos había dado vela. A Aznar le prometieron hasta la Medalla del Congreso, y luego no se la dieron, a pesar de nuestros muertos. A Rajoy no sé qué le han prometido; a lo mejor la no intervención de España, pero sólo si nos jode un poquito más, y poquito a poco, que es como mejor se jode.

2.- Las únicas medidas que se han tomado en estos primeros días de Gobierno son de fuerza y de sacrificio. Pero, fíjense, no se acomete la reforma laboral, que es la madre de todas las batallas. Sin la reforma laboral prometida -y no llevada a cabo por miedo a las elecciones en Andalucía-, todo seguirá igual, menos el IRPF, que seguirá peor. Y cuando al tal Guindos se le recriminen estas promesas rotas, dirá -y quizá tenga razón- que él no prometió nada y que, además, no es del PP. Todos los del PP, cuando la cagan, se hacen independientes, porque se han olvidado de ir a firmar el carné. Es decir, subliman el trámite.

3.- Ahora todos sabemos de economía, pero en realidad no es verdad: ahora todos sabemos de hambre, o al menos de escasez; menos los banqueros, a quienes les da igual ocho que ochenta. Y si no que se lo pregunten al señor Rato y a otros personajes igualmente impudorosos. Nadie parece acordarse del consumo. La gente se retrae y estira su coche, estira su ropa, estira su hipoteca hasta que casi le quitan la casa; lo estira todo. La producción se detiene; sube el desempleo. El paro sigue ahí, inexorable, y nos dicen los que entienden que aún se hará más crudo en 2012. Entonces, ¿para qué quitamos a los otros, para meter a unos peores? ¿Es que la imaginación se les agotó contando mentiras en la campaña electoral, como que no iban a subir los impuestos y que iban a proteger a las pymes y a los autónomos? Es verdad que las palabras se las lleva el viento y aquí, en este país, el viento es solano. Alisio en Canarias.

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