APELO a la memoria de mi querida madre cuando tuvo en sus manos los primeros euros, hace ahora diez años, y me decía: "Nos han engañado con esta moneda y me temo que los pobres serán aún más pobres, y si no al tiempo". Tenía razón; los hechos corroboran sus temores de mujer modesta, curtida en el sacrificio, el trabajo duro y en el conocimiento del costo que siempre representó para ella ganar una peseta cuando las cosas no iban muy bien en casa y tuvo que tomar las riendas de la hacienda doméstica. Ahora, desgraciadamente, no nos acompaña para ver que no estaba equivocada del todo. Y es que con 50 euros no da para nada, y no digamos qué puede representar un sueldo base de algo más de 600 euros para mantener una familia, siempre que tenga la suerte de tener un empleo hoy en día.

Corría el año 2001 cuando entró en circulación el euro en los países de la Unión, incluida España, y quienes tenían pesetas por blanquear se apresuraban a canjearlas por la divisa recién salida de la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre, en el caso de España, claro está. Si bien afloró y se regularizó mucho dinero negro, no emergió todo el que cabría esperar. Nos las prometíamos felices en Europa, e incluso hasta podría decirse que se planteaba un pulso con la economía más poderosa del mundo entonces, pero no nos habíamos percatado de que el atentado terrorista del 11 de septiembre de 2001, nueve meses después de la entrada en circulación del euro, sería uno de los gérmenes de la crisis económica, por los costes que traerían consigo las sucesivas guerras de Afganistán e Irak, y que se han demostrado como un verdadero fiasco por los resultados tan devastadores para esos países como para el resto de la comunidad internacional.

Gran Bretaña se mantuvo al margen del euro para no perder soberanía y el pasado lunes se supo que Lituania había aplazado su decisión de adoptar la moneda única, prevista para 2014, hasta tanto cumpla con los requisitos del Tratado de Maastricht.

Por otro lado, luego vendrían los batacazos inmobiliarios y financieros de Estados Unidos o la explosión de la gran burbuja especulativa, con el consiguiente drama humano o de miles de familias arrojadas a la ruina y a la pobreza. Pero Europa, sin ningún reparo, se sumó a los fastos de la gran coalición de la guerra, con las implicaciones que ello conllevó y conlleva y les tocó a España y Gran Bretaña sufrir en sus carnes el flagelo del terror en 2004, y la sangría económica en esa escalada que se me antoja absurda, y a los hechos me remito, modestamente.

La divisa euro emprendió una carrera alcista frente al dólar envidiable, y no porque se sustentara en la solidez de la economía europea, sino en aspectos especulativos, como se pudo apreciar entre 2007 y mediados de 2011, en plena recesión. Ahora, todo parece indicar que el euro retorna a la paridad con el dólar y mucho me temo que se podrían cambiar las tornas y encontrarnos con un dólar fuerte frente al euro, y no al revés como hasta ahora.

España inicia 2012 con un 8% de déficit público, dos puntos más que los declarados por la Administración saliente de José Luis Rodríguez Zapatero, y en torno a cinco millones de parados. A Mariano Rajoy le ha tocado coger el testigo de una gestión precedente que se presenta, a medida que afloran nuevos datos, como realmente calamitosa, y que tendrá como una de sus consecuencias un mayor peso fiscal sobre las economías de las familias y de las empresas. La situación no es la misma que la que asumió a mediados de los noventa del pasado siglo José María Aznar con respecto a la herencia de Felipe González; la situación y el contexto son diferentes, como que la economía ahora está globalizada y la presión de los mercados es, simplemente, brutal.

Europa está prácticamente rota desde que se ha visto incapaz de cumplir sus propios tratados, como el de Maastricht, por ejemplo. Solo pende del hilo conductor que es la moneda única. Si esta falla, nos habremos acercado peligrosamente al corralito, como ya se deja entrever en algunos foros, o una brutal devaluación en el hipotético retorno a la peseta, que no sería tal, sino la "europeseta". Y lo peor es que se esfumará lo poco social que le queda al Viejo Continente.