1.- Hoy se inaugura oficialmente el hotel "Mencey". No voy a asistir a la cena, o al cóctel, porque no quiero aguar la fiesta a gente a la que no le gusto. Con los años me he convertido en un tipo incómodo. Sí agradezco mucho la invitación. Mañana o pasado iré a almorzar a un hotel que fue mi casa. Y he reflejado mis sentimientos en un artículo que publica el libro "El legado del "Mencey", que esta noche tendrán en sus manos todos los invitados a la fiesta, por cierto primorosamente "fabricado" por el equipo de Blexeditores. Enhorabuena. Y enhorabuena a Iberostar y a , su presidente ejecutivo, por el amor que han puesto en la reforma de este establecimiento, desde luego un lujo para Santa Cruz. Me alegro también de que mi amiga Noelia Afonso haya escrito en el mismo libro con este motivo inaugural. Yo corrí por aquellos pasillos detrás de Elizabeth Taylor y Richard Burton, siendo un joven reportero, y también vi a Bono en la barra del bar. Y tantas veces he tenido que explicar que el autor de "Siboney", Ernesto Lecuona, vivió y murió en el "Mencey". Y tuve que soportar la leyenda -falsa- de que me bebí toda la reserva Entursa de MartínezLacuesta con mis amigos y directores del "Mencey" AlfonsoRomán y ManoloIruela. Eran tiempos magníficos.

2.- Aunque mi mejor tiempo en el hotel fue con MarianoAlaviso como director -en la época de Ciga, la compañía del AgaKhan- y JoséEgea como subdirector. Dos grandes profesionales, dos grandes amigos. Estuve dos años viviendo en una suite y, el otro día, durante la tarea de ordenar mi archivo, saltaron, divertidas, las facturas de aquellas estancias, que conservo, para que no me construyan otra leyenda: la de que no pagaba. Uno se mueve a toque de leyenda. Tal como aquella dama, en los estertores de la II República Española, quien durante una concentración ante el Congreso lanzó un paraguazo al presidente Azaña, al tiempo que le gritaba: "¡Feo!". Azaña esquivó el golpe, se encaró con la mujer y le dijo: "Mire, señora, de eso sí es verdad que no tengo yo la culpa".

3.- Hoy, el "Mencey" resucita tras las obras de reforma. Ahora es más minimalista, con lo que también demuestra una versatilidad asombrosa ante su propia historia. No ha perdido, sin embargo, sus ubérrimos jardines ni esa atmósfera elegante que Iberostar quiere transmitir a sus hoteles de gran lujo. Y me alegro, porque lo contrario sería traicionar a los espíritus benéficos que deben habitar en este hotel. El libro me ha parecido magnífico, ilustrativo de lo que ha sido y es este establecimiento tan de Santa Cruz. Y tan mío. Y tan de ustedes, claro.