1.- En los tiempos de Adán Martín, paz descanse, el presidente detenía su coche cuando unos puestos del Rastro impedían el acceso de su vehículo al garaje de Presidencia; aparcaba más abajo y luego se ponía a hablar con las dueñas de ambos tinglados. En los nuevos tiempos del Paulinato, estas cosas se agravan. El otro día, la consorte, que empiezo a creer que es la que manda, es decir, doña Ángela Mena, esa chica de Cuenca o de por ahí, llamó a la Policía Local para que desalojaran a las dos pobres mujeres que vendían sus enseres en las mismas casetas de los tiempos de Adán Martín. En la puerta del garaje del búnker que ocupa su marido. Las obligaron a desmontar su tinglado y han colocado una valla para que no se instalen más veces en el lugar y que así doña Ángela pueda meter su coche en el garaje. Que no sé lo que pinta la Mena en Presidencia, cuando ella no es nadie ahí; es sólo una concejal de Santa Cruz. A no ser que utilice las prerrogativas de consorte (o con suerte).

2.- Lo peor del mundo es darle al mago poder, porque enseguida empieza a tirarse los pedos más altos que el culo. El poder hay que ejercerlo, es cierto, pero también es preciso asimilarlo. Quien lo ejerce debe ser humilde, magnánimo; persona, antes que mandatario. Un canario cabal no suele comportarse así. Llegó la Policía Local, obligó a las dos señoras a levantar sus puestos y ellas se preguntan ahora qué van a hacer en estos días previos a la Navidad porque el Rastro está lleno y no tienen dónde ponerse. Esta chica de Cuenca no escarmienta. El otro día fue a los almacenes Pérez Ortega a comprar cachivaches navideños y al pobre escolta, chofer o lo que sea lo llevaba cargado como un burro y ella tan campante. ¿No ve que la conocen y la gente se mosquea y me llama?

3.- En fin, que en el Rastro están indignados y más lo van a estar cuando lean esto. Porque, la verdad, la gente con cierto poder debe actuar con delicadeza. Ya sé que ella no es canaria, ni nunca lo será, pero podía aprender algo de los canarios normales y no imitar las malas artes de otro canario, el mago abusador; al que le dan una gorra de aparcacoches y se cree general con mando en plaza. Ay, Ángela, quién te ha visto y quién te ve. Me parece que voy a empezar a pensar que sobras, hija, porque no te comportas como la gente de nuestro pueblo: nada déspota, cordial, sencilla, amigable. Sino todo lo contrario. Piénsalo, por si estás a tiempo de iniciar una honrosa retirada.