HAY MUCHAS adaptaciones de una anécdota que quizá nunca llegó a ser cierta pero que, en cualquier caso, define a la perfección lo que piensan los ingleses de sí mismos y del resto de Europa. Primera versión: debido a la intensa niebla en el canal (hablamos del canal de la Mancha; "the English channel" para los grandes hijos de la no menos grande Gran Bretaña) ha quedado interrumpido el tráfico marítimo; el continente ha quedado aislado. Eso fue lo que, supuestamente, publicó un periódico británico al respecto. La segunda versión es análoga a la primera salvo en que fue el mal estado del mar, y no la niebla, lo que impidió la salida de los barcos. La tercera se asemeja a las dos anteriores con la única diferencia de que lo interrumpido no fue el movimiento de buques sino las comunicaciones telefónicas debido a la rotura de un cable submarino, igualmente tendido a través del canal de la Manga, que es lo que significa en francés Manche, traducido al español como mancha en plan chaleco, chalequé y bombilla, pues bombillé.

Una anécdota -o un conjunto de ellas, según se mire- que invita a la sonrisa y poco más. A fin de cuentas, piensan los ingleses que lo que no es inglés no puede ser bueno porque si fuese bueno sería inglés. Tesis inicua pero a la vez inocua porque solo se la creen ellos. "Europa avanza y deja a Reino Unido como único país aislado", publicaba anoche un periódico que presume de manual de estilo periodístico. Habría que haber escrito el Reino Unido, aunque conocida es la propensión del español peninsular a comerse los artículos, especialmente los determinados. Lo peor no es ser godo y prepotente sino godo, prepotente e ignorante, aunque con la que está cayendo comprenderán ustedes que las cuestiones semánticas quedan en segundo plano. Porque, al hilo de lo probablemente sucedido cuando la niebla cerrada o el cable submarino roto, quizá para los británicos el titular correcto es "El Reino Unido avanza y deja a Europa aislada".

Personalmente me alegro de lo ocurrido ayer. No solo porque el euro se haya salvado como moneda -en realidad, el euro ni ha estado, ni está ni posiblemente estará durante muchísimo tiempo en trance de desaparecer, si bien esto merece un análisis aparte-, sino porque al final se han quitado la careta quienes llevan mucho tiempo torpedeando a la Unión Europea: los ingleses. Esos que querían convertir estas Islas en una de sus colonias para asignarles a los canarios el papel que les reservaron a los negros en Sudáfrica, a los pieles rojas en Norteamérica o a los hindúes en la India, incluido el infame establecimiento de las tropas cipayas para combatir a los insurrectos locales con lacayos, también locales, de "su graciosa majestad".

Ha sido Gran Bretaña la que ayer dio la nota discordante en Bruselas. Que se vayan de una vez a tomar por donde seguramente les gusta hacerlo y que, al mismo tiempo, dejen tranquilo a un continente muy mal avenido hasta hace sesenta o setenta años, absurdo sería negarlo, pero que hoy más que nunca quiere construir un futuro en común no por una cuestión sentimental -aquí el sentimentalismo cuenta poco o nada-, sino porque no hay otra alternativa.