A VECES me encierro un par de horas con un problema matemático que se me resiste. Una forma poco usual pero válida para huir de la realidad. Después de esas dos horas -o de toda una tarde- sin alcanzar la ansiada solución suelo llamar a algún profesor y, abusando de una confianza que siempre agradezco de antemano, quedo con él para que alumbre las tinieblas de mi ignorancia. Casi siempre, sin embargo, encuentro una respuesta por mí mismo al día siguiente, o dos días después, porque no hay nada como dejar los asuntos en remojo para que se resuelvan por sí solos; sobre todo cuando se trata de asuntos mentales. Lo peor es que al final deja de tener sentido la cita con el profesor, al que llamo para anularla. Es decir, termino por quedar mal con muchos docentes siempre dispuestos -grande es su abnegación- a ayudarme.

Existe un asunto, no obstante, al que llevo más de un día y más de dos dándole vueltas sin aclararme. No es un problema matemático, sino meramente la traducción al lenguaje usual del nuevo cargo que ha creado Paulino Rivero, cuya dimisión cada vez la requiere más gente y pronto será pedida urbi et orbi, para darle un sueldo a su colaborador Fernando Ríos Rull. Por más que me esfuerzo, sigo sin entender qué quiere decir Comisionado para el desarrollo del autogobierno y las reformas institucionales. No me aclaro ni siquiera empezando por el final; por eso de las reformas institucionales. ¿No han estado hablando los políticos hasta el hastío de reducir el gasto público, empezando por liberar al erario de sueldos superfluos? ¿A qué viene entonces este nombramiento sorpresivo y sorprendente apenas unos meses después de cerrar la estructura del Gobierno regional para la presente legislatura?

Una pregunta a la que resulta más ilustrativo responder con una pequeña historia. Consumado el desastre -por no decir la felonía- del concurso de las radios, alguien fue a ver a Paulino Rivero para interesarse por lo ocurrido. Obviando detalles que omito porque son más tediosos de narrar que interesantes de conocer, el presidente le dijo que todo lo habían hecho, sin su conocimiento, personas en las que él había delegado, entre ellas el propio señor Ríos Rull como presidente de la mesa encargada del negocio. Añadió Rivero que se había quedado lívido cuando le comunicaron la exclusión en la concesión de las licencias de empresas con los méritos y la solera de EL DÍA. El interlocutor creyó las palabras del presidente. Quien esto escribe, pues un poco también, habida cuenta de que a estas alturas de la película, si alguien me dice que hay un burro volando, cuando menos saco la cabeza por la ventana. Quiero decir que ya me lo creo todo. Quien no creyó ni una palabra fue el editor de este periódico. Lástima que le hayamos perdido el respeto a lo que opinan las personas mayores, pues no suelen equivocarse. Si tanto se la jugó Ríos a Rivero en la infamia de las radios, ¿por qué lo ha premiado ahora con este puesto que lo saca del paro político y también del otro paro? Hablo de ese otro paro del que no consigue rescatar el presidente, con su autogobierno y otras monsergas, a casi 300.000 canarios que ni siquiera lo han engañado. Cosas veredes, amigo Sancho.