AUNQUE saldrán a la prensa, la televisión y a todos los medios de comunicación miles de comentarios sobre el debate de Pérez Rubalcaba y Mariano Rajoy, modestamente, un servidor se atreve a adelantar que esta confrontación política ha constituido toda una lección para los muchos que esperaban algo así como una discusión de comadres. La primera conclusión que saco del coloquio es que ni Pérez Rubalcaba es tonto y le falta la formación de un político de altura ni Mariano Rajoy es un opositor empedernido a la política de Rodríguez Zapatero, con razón o sin ella, y solamente acierta cuando reprocha constantemente al presidente del Gobierno y líder socialista en las sesiones del Congreso de los Diputados.

Ni una cosa ni la otra. Rajoy citó, uno a uno, los errores continuos de un gobernante que ha sido el peor que ha tenido España en muchos siglos de historia. Trazó el actual panorama económico de la nación, las alarmantes cifras de parados, la crisis que se ocultó durante mucho tiempo, las reformas siempre equivocadas y muchos de los desaciertos continuos en la política de Rodríguez Zapatero, que ha llevado a España a su situación actual, de la que hay que salir con el Gobierno que nombren las urnas el 20 de noviembre. Pareció muy extraño que, ni una vez, como respuesta a las abiertas acusaciones de Rajoy, Rubalcaba defendiera abiertamente a Rodríguez Zapatero y a su desastrosa política, aunque tampoco la criticó.

Más bien que a hechos consumados se refirió a buenas intenciones que luego resultaban fracasos, aunque esto último nunca lo mencionó. Pero ahí están los malos resultados que exponía, sin cortarse, Rajoy. No hubo verdadera discusión. Solo acusaciones por parte de uno y respuestas, nunca acaloradas, por parte de otro. Solo corrección y respeto mutuo a lo largo de todo el coloquio. Otra lección a copiar, pero no la copian, por los políticos canarios que, en lo que respecta a errores y desaciertos, quizás, o sin quizás verdaderamente, superan los desastrosos resultados de la política del Gobierno de la nación.

Cerca del final del debate, Rajoy dio la razón a algo expuesto por Rubalcaba, en cuanto a realizaciones para el futuro y a correcciones de algunas políticas, y ambos terminaron pidiendo al pueblo español comprensión, colaboración y ayuda al nuevo Gobierno al considerar buenas y esperanzadoras las perspectivas para los tiempos que comenzarán tras el 20 de noviembre. La impresión general es que hubo entendimiento entre estos rivales políticos. Y en cuanto a "ganadores", creo que no los hubo.