HAY NOTICIAS que asombran. Por ejemplo, ese anuncio de intenciones esbozado por la UE de sancionar a los países con excesivos desequilibrios en su economía. Y un desequilibrio lo constituye, evidentemente, una tasa de desempleo que duplica con creces la comunitaria: el 22,6 por ciento de la población activa española frente al 10,2 por ciento de media que tienen los socios europeos. Una sanción que puede llegar al 0,1% del PIB; unos 1.000 millones de euros en el caso de España. Tal multa sería aplicable si el Gobierno de turno no adopta las medidas necesarias para reducir el desempleo aunque, eso sí, se le conceden algunos años de plazo.

Me pregunto qué medidas puede adoptar un gobierno, sea del color que sea, para reducir de forma sustancial una cifra de parados que rebasa los cinco millones y sigue al alza. Ah, se me olvidaba lo dicho por Rajoy en el debate con Rubalcaba. Dije que no iba a participar en un debate sobre el debate y no lo haré salvo para apuntar, someramente, de pasada, sin pretensiones, que ahora el líder del PP ya no tiene ningún obstáculo en su camino hacia la victoria total. Salvo imprevistos, por supuesto. En 2004 Rajoy también tenía ganadas las elecciones -lo único que se discutía una semana antes era si revalidaría la mayoría absoluta de Aznar o no-, pero surgió un sangriento imprevisto cuatro días antes. Por eso conviene esperar al recuento del día 20 por la noche para hablar con certeza de lo que no solo posiblemente, sino también probablemente -aunque no con el cien por cien de certeza- va a ocurrir en esa fecha. Rubalcaba perdió el lunes su última batalla no porque lo hiciera mal, sino porque la gente está tan harta de estos socialistas, que lo único que quiere es que se vayan cuanto antes. No están muy convencidos de que Rajoy y los suyos lo vayan a hacer mejor -ahí está la encuesta del CIS-, pero esta vez prefieren malo por conocer que bueno conocido; si este fuese el caso, naturalmente.

Una mayoría absoluta que implica serias responsabilidades, pues ahora no se le puede echar la culpa al nacionalismo periférico -con el que quizá Rajoy solo pacte por motivos de imagen, si lo hace- ni a los mercados internacionales, ni a la ignorancia de los dirigentes socialistas, ni a las idioteces de Zapatero, Pajín, Aído, amén de otros y otras. Siete años y medio después de ser ungido por Aznar y ante Aznar como continuador de la obra del "señorito" -así llaman al ex presidente en su partido sotto voce-, se enfrenta Rajoy a su hora de la verdad. O se arrima al astado y lo torea con soltura aun con riesgo de que lo enganche en un mal pase, o la bronca en los tendidos va a ser monumental; todo lo ensordecedora que no ha sido para su antecesor en La Moncloa.

Sobra añadir que el empleo -el empleo que genera riqueza; el empleo público, muy respetable para quienes lo ejercen, es otra cosa- no lo crean los políticos sino los empresarios. Algo que este país sigue sin entender, pero qué se le va a hacer. La pregunta es si esos empresarios tendrán suficiente confianza en el gallego para echar mano de la cartera e invertir, o si dentro de algunos años, como si fueran pocos los males, también tendremos que pagarle a la UE un dineral por seguir con cinco millones de parados; o más.