AUNQUE la presidenta del Partido Popular en Tenerife, doña Cristina Tavío, no haya sido santa de mi devoción en política, por razones que no vienen al caso, quizás, simplemente, porque unas personas, en lo que respecta a simpatía, caen bien y otras menos bien sin llegar a mal, he de reconocer que tiene razón en casi todo lo que declaró a este periódico en la entrevista que el periodista Álvaro Morales le hizo recientemente y publicó este diario en su número del domingo pasado.

Como joven que es, convencida del buen hacer de su partido y como persona repleta de ilusiones en el espinoso terreno político nacional, insular y local de Santa Cruz, Cristina Tavío tenía que haber recibido un mazazo muy fuerte cuando, habiendo sacado mayor número de votos para la Alcaldía de Santa Cruz en las elecciones municipales del 22 de mayo, se ve postergada a un puesto de simple concejal a causa de esos tejemanejes de pactos rastreros que son legales pero que no tienen nada de razonables ni, mucho menos, de éticos.

Aquí, y en todos lados, o jugamos con limpieza o rompemos la baraja. En cualquier otro país civilizado del mundo, incluso no civilizado como las tribus del África negra, los poblados amazónicos, los pueblos esquimales y los pieles rojas americanos, se eligen los jefes por número de sufragios. Aquí, un ganador puede ser el último de la lista y un perdedor, indiscutiblemente, el primero. Es el caso del Ayuntamiento de Santa Cruz, en el que un pacto de partidos tan opuestos como el socialista y Coalición Canaria, el negro y el blanco, el aceite y el vinagre, se alían para contrariamente a toda lógica no elegir al mejor y más capacitado, a muchísima distancia sobre el otro candidato para ejercer la Alcaldía, que es el socialista Julio Pérez Hernández, sino al señor Bermúdez, quien no puede hacer recuento de sus primeros cien días de gobierno porque todo lo que puede contar es el desastre de San Andrés, por falta de prevención, los deterioros de la costa de Anaga y sus sueños sobre la dársena de Los Llanos, que siguen siendo sueños irrealizables. Y de creación de puestos de trabajo ni siquiera un cargo de vigilante de la costa de San Andrés para que ponga en guardia a los vecinos de otro temporal. Y eso que Bermúdez tiene de segundo de a bordo a Julio, que ya ha sacado al Ayuntamiento de varios apuros.

Es indudable, a la vista de los primeros pasos de la gestión de Bermúdez, que con Cristina Tavío el Ayuntamiento de Santa Cruz podría haber ido mejor. Ella hubiese llevado a cabo esa casi obsesión que tiene por crear puestos de trabajo que signó su campaña y, probablemente, por eso logró más votos que los demás candidatos. Mala suerte para este Santa Cruz que ni con saldos en la plaza de la Candelaria sale de la soledad, de la falta de cosas atrayentes y de este abandono en que lo tiene el vecindario e, incluso, los visitantes, que llegan cada vez menos.