SELECCIONO dos de los mensajes recibidos en los últimos días vía correo-e. Uno lo remite, personalizado, un señor con 52 primaveras que lleva más de tres años en paro. Me dice que ha enviado cientos de currículos como respuesta a otras tantas ofertas de empleo convocadas a través de portales especializados en Internet, anuncios en prensa, foros y también, naturalmente, directamente a empresas que podrían contratarlo. Ni una sola respuesta. Como no le gusta quedarse de brazos cruzados, se ha unido a otras personas para promover un cambio político con la adopción de listas abiertas. Que cuente con mi apoyo.

El segundo mensaje que me ha llamado especialmente la atención es de los que cabrean. No porque me pongan a caer de un burro -esos ya los tengo asumidos por defecto-, sino porque ronronean sobre el principal problema de este país. Problema que no es la crisis, sino la incapacidad para salir de ella. Hasta el mejor corredor tropieza de vez en cuando y se cae; eso es inevitable. Pero hay que saber levantarse y seguir adelante. Yendo al grano, ese segundo mensaje habla de la violencia y desigualdad de "género" en la escuela como un asunto no ya grave, sino gravísimo. Al leerlo pienso, inevitablemente, en el correo anterior; en la amarga situación de alguien con más de 50 años condenado al desempleo eterno. Situación compartida también por los que tienen más de 40, o inclusive menos de 30. No olvidemos que en este país, y sobre todo en Canarias, casi la mitad de las personas con menos de 30 años no tienen trabajo. Pienso en todo esto, como digo, y me acuerdo del padre, de la madre y hasta de los abuelos de quienes se siguen dedicando a crear problemas donde no los hay en vez de centrarse en lo que realmente importa en estos momentos en un país que se desangra económicamente día tras día.

Opto, empero, por una frialdad de análisis y una objetividad que nos invitan, de entrada, a no extrañarnos, considerando que ocuparse de lo superfluo es lo que llevan haciendo el Gobierno de Zapatero desde hace siete años. La crisis la hubiésemos padecido de igual forma gobernase quien gobernase, pues los orígenes de la hecatombe que hemos sufrido y seguimos sufriendo no está en un conjunto de decisiones políticas; está en que teníamos una economía sustentada en la especulación inmobiliaria; en una burbuja que estalló apenas se agitó el entorno internacional con la vorágine de las hipotecas concedidas a quienes no podían pagarlas. El resto ya es historia. Lo insensato por parte de este Gobierno, al que afortunadamente le quedan pocos días, ha sido su enfermiza actitud de entretenerse -y al mismo tiempo de intentar entretenernos a todos- con lo baladí.

Al final, como siempre, la ideología progre y su implantación antes que resolver la humillante situación de un hombre con 52 años, todavía en la plenitud de su vida laboral, excluido casi con toda certeza para siempre de una ocupación remunerada. Y no sólo un hombre, sino cinco millones de hombres y mujeres de cualquier edad. Pero, ¿qué importa que no haya políticas de empleo eficaces, mientras existan de igualdad, de violencia de "género" entre el piberío y de otras idioteces?