1.- El sábado, un grupo de amigos jaleó los 89 primeros años de un hombre fuera de lo común: LorenzoRodríguezRojas, o sea Lorenzo Bruno. El ágape, ofrecido en la casa de unos anfitriones excepcionales, Paco Feria y su bella esposa, sirvió también para revelar algo curioso: que Lorenzo, un hombre de orden, fue corresponsal en Tenerife de La Voz de Canarias Libre (1975-78), la emisora de AntonioCubillo. La insólita indiscreción, cometida allí mismo por Cubillo, despertó las sonrisas de los asistentes, hasta el punto de que enmudeció el acordeón de ChichoMiranda, que, casi al tiempo, escribía en un rincón su carta a PepeIgnacio. Cubillo le dijo a Lorenzo, a grito pelado: "¡Ni tu amigo el padre Adán (allí presente) ni tu VirgendeCandelaria te han hecho llegar hasta aquí, sino los cinco euros que me gasto cada año en comprar una vela grande y ponerla a los pies de la Virgen de Lourdes!". Lorenzo, comandante de la extinta IPS, no se fijó nunca en la ideología de sus amigos; a todos los distinguió igual, con el mismo respeto e idéntica bonhomía. Fue el gran conseguidor en unos tiempos muy difíciles. Su amigo PedroDoblado estaba allí para dar fe de ello.

2.- En su homenaje, lleno de curas y de militares trabucaires, al que no pude asistir a pesar de mis intentos, se demostró lo mucho que le quiere tanta gente. JuanEstévez llevó el vino. El coronel Pallero presumía de haber preparado unos tollos encargados por Cubillo en Lanzarote; pero era mentira. Pallero sólo sacó las fotos de los concejales que cocinó Goya, todo un especialista. El café servido era de UlisesMéndezTrulillo, allí presente, y desde Icod aportaron otros caldos los Miranda y los GómezPimentel, sin olvidar la pata de cochino de Basterra y unas garbanzas caseras, de ignorada autoría, pero que merecieron elogios múltiples. La emoción subió de tono cuando Lorenzo Bruno cantó unas folías, en las que habló del Teide y de su padre. Lorenzo tardará en morirse porque por vía materna desciende de Las Carboneras y allí la gente se muere tarde.

3.- Cubillo el bueno, o sea Guillermo, habló y cantó -muy mal, porque no tiene oído-, mientras que AntonioMolano gritó, a voz en cuello: "¡Somos una nación!". Luego bajó el tono, mirando a un lado y a otro, por si acaso apareciera la Brigadilla, que no había sido invitada. ArístidesGalán cantó como los ángeles. Lorenzo y su esposa asistían, emocionados, a tanta manifestación de cariño. Este militar vocacional, que conduce un Panda porque ha dejado aparcado el Volvo de El Santo, es todavía un muchacho excelente. Yo sé que se me esperaba, pero en el cumpleaños 90 no fallaré. Mi abrazo es, por lo menos, igual de fuerte que los que le dieron todos los que estaban allí, arropándolo y queriéndolo tanto.