Temo al mes de agosto. Temo aún más esos consejos de ministros extraordinarios agosteños, en los que se deciden cosas que no se han debatido en el Parlamento y cuando los medios y la oposición parecen más distraídos. Y aún más, si se me permite, temo los agostos inmediatamente anteriores a la disolución del Parlamento, especialmente cuando lo que resta de sesiones está dedicado a un tema-monopolio que acapara todas las atenciones, como una reforma constitucional.

Y temo a cierto(s) ministro(s) que sabe(n) aprovechar perfectamente todas estas coyunturas para colar de matute algunos temas que no sé si son de interés general... o no. El titular de Industria, Miguel Sebastián, ya supo regatear hábilmente un 13 de agosto de 2009 para, en ese Consejo de fecha tan extraordinaria, hacer aprobar la TDT de pago, que beneficiaba, como es bien sabido, a unos frente a otros; antes lo había intentado el miércoles santo, pero la mismísima vicepresidenta Fernández de la Vega impidió que se consumara esta aprobación.

Ahora, con un Gobierno casi en funciones, con el Parlamento pendiente apenas de un solo tema, la reforma constitucional, con los medios en lo mismo, se repite el esquema: de pronto, la compañía energética de bandera, Repsol, se ve sometida a fuertes vendavales cuyo mentor es, precisamente, el mismísimo ministro de Industria. Conste que, en estos momentos, me considero incapaz de emitir un dictamen técnico -faltaría más- acerca de las bondades de que un empresario, muy ligado a Sebastián en el pasado por lo demás, se alíe con una gran petrolera estatal extranjera para hacerse con el control de la gran empresa, multinacional pero española. Pero, como ha ocurrido con la reforma de la Constitución, son excesivas las prisas y excesivamente escasas las reflexiones. Y no puedo por menos que pensar que tales apresuramientos se deben a que ahora conviene dar el golpe que tal vez luego fuese más complicado.

Ya se ve que las oposiciones, el movimiento del 15-M, nosotros mismos, estamos absortos, como en una sesión de magia, con lo que nos enseñan, que es esa modificación, bastante efímera a corto plazo por cierto, del artículo 135 de la Constitución. Pero, por debajo del mantel, está ese mundo imparable del negocio: algunos gobernantes autonómicos, ciertos alcaldes, no han perdido el tiempo para sacar de los cajones viejos planes de urbanismo que estaban varados, sobre todo, claro, en las costas.

Y lo mismo algunos en el sector energético, siempre el sector energético -¿recuerdan lo de la OPA a Endesa? Menudo culebrón-: alguien quiere dárselo todo hecho a los que vienen. Vigilancia, prudencia, calma, dejar a los que llegan al gobierno que gobiernen, me parecen ahora las palabras mágicas. Esas palabras que algunos tratan, precisamente, de sortear, no estoy seguro de si por el bien de todos.