HACE unas semanas publiqué un artículo alabando algunas acciones que el nuevo Consistorio de Granadilla ha tomado en El Médano. Decía en él, entre otras cosas, que el gran problema de este entrañable rincón del sur de la Isla es la saturación que sufren sus playas en verano, sobre todo los fines de semana. Para acabar, insistía en la necesidad de encontrar una solución para el disfrute de los miles de bañistas que acuden a la playa y se la encuentran con marea alta -o sea, sin un lugar donde colocarse-, y sugería que El Cabezo podría solucionar el problema. Claro está que esto resulta poco menos que imposible, porque la todopoderosa Jefatura de Costas -y los ecologistas- se opondría a que se moviera una sola piedra -es un lugar protegido, un entorno natural; es posible que se modifique el hábitat de algún peje de nombre estrambótico, etc.-, por lo que sería necesaria una constancia como la del nuevo alcalde para salvar las barreras que entorpecerían su camino; siempre, claro está, que se atreviera a emprenderlo.

Porque, ya lo dije en el mencionado artículo, ha estado muy bien eso de arreglar el camino de madera que bordea la playa, estar más atento a la limpieza, poner más vigilantes para evitar a todas horas los accidentes; incluso la colocación de percheros en los muros laterales, que olvidé entonces mencionar y que ha recibido una crítica muy favorable. Pero, con todo ello, no se resuelve la capacidad de la playa. Insisto, está en El Cabezo la solución.

Hace unos años -tres, para ser exactos- la Jefatura de Costas anunció a bombo y platillo que salía a subasta un concurso, dotado con tres millones de euros, para acondicionar y mejorar integralmente la zona comprendida entre El Cabezo y La Jaquita. En el pueblo reinó la satisfacción durante algún tiempo -ya era hora, se dijo, de que Costas emplee el dinero en algo útil y no en proyectos como el que pretende, o pretendía: según parece, derribar parte del hotel Médano-, pero lo cierto es que no sé si las ilusiones llegaron a convertirse en realidad. A mi modo de ver -ayer recorrí la zona durante más de una hora-, creo que no. Es posible que se le haya dado, como decimos por aquí, un lavado de cara, pero lo de "integralmente", ni hablar.

Lanzaba el mencionado proyecto -las palabras se las lleva el viento- la idea de "dotar al frente urbanístico de un enclave con elementos naturales de forma ordenada, acondicionada y con ciertos servicios, de forma que sirva de referencia a los usuarios senderistas y como área de ocio marítimo a los vecinos y visitantes", y, para más inri, la Alcaldía granadillera apuntó que se "tratará esa franja del litoral de manera que se corrijan los impactos visuales, se acondicione para su uso lúdico y se puedan recuperar las zonas degradadas planificando el territorio afectado". O sea, resumiendo, tanta palabrería para indicar que el lugar seguiría hecho una m...

Porque no se saca otra impresión si se visita en la actualidad: continúa la basura campando por doquiera; no hay senderos ni cosa que se les parezca; los muros derruidos siguen en el mismo estado; no hay papeleras -aunque parezca mentira, todavía hay gente que pretende utilizarlas si las encuentra-; no hay duchas; los jardines de la carretera que allí conduce claman por un poco de agua -en la actualidad, con el riego por goteo, ningún ayuntamiento puede permitirse el lujo de abandonar las zonas verdes-, etc.

Pero si todo lo anteriormente dicho resulta lamentable, lo que clama al cielo -ya dije antes la falta de espacio que sufre la playa cuando hay marea alta- es constatar lo desaprovechada que está la de La Jaquita, situada entre la última casamata y el hotel Arenas del Mar, un espacio de fina arena frecuentado cada vez más por parejas y familias que huyen de la saturación.

Mencionaba en mi artículo anterior la necesidad de que el señor González Cejas mantuviera las entrevistas necesarias con la Jefatura de Costas para que se emprendan los estudios necesarios a fin de desatascar el tema. No pretendo, ni muchísimo menos, que la zona deje de ser "protegida", pues en poco tiempo se convertiría en un espacio para la especulación y el provecho de unos pocos, pero sí en acondicionarla, hacerla más atractiva, dotarla de los servicios mínimos que toda playa requiere, etc. Sin ir más lejos, el extenso pedregal que está junto al hotel -inaccesible ni para los que quieren mariscar debido a lo puntiagudas que son las piedras que lo forman-, si no quitarlo para hacer la playa cien metros más larga, ¿no podría ser convertido en una plataforma que sirviera como solario? ¿O es que eso, también, va contra el medio ambiente?