MERKEL y Sarkozy, enfundados en miraditas cómplices, sonrisitas y guiños de madurez, aplacando aparentemente su libido, comparecieron en rueda de prensa para expresar el compromiso. ¡Se casan! Mostraron conjuntamente esa conclusión en una cumbre tremendamente pragmática y poco pasional con respecto al matrimonio, fijando la postura no erecta del denominado eje francoalemán ante la situación económica, la reclamación de liderazgo, el crecimiento nulo, la especulación nefasta para los socios más expuestos de la Unión (desunida) Europea, la volatilidad de los mercados y la dispersión de intereses en el viejo continente. Había que echarle cabeza: ella, cuidadosa, segura, afable y competente, más discreta; él, como siempre, ejerciendo de galán complaciente a la remanguillé, atrevido, asintiendo y profundizando en unos sentimientos que se supone, algún día, los llevarán al altar.

Pero nada de prisas o de volverse locos con el bodorrio. Aún no quieren acostarse y hacer guarrerías con eurobonos. Es pronto. Han pactado, para no tener que mantener a los primos gandules del sur, que llegado el momento, por supuesto, será por lo civil y con capitulaciones matrimoniales, apuntalando antes todavía mucho más el torniquete de flagelo en la reducción del gasto público para recuperar la confianza.

Quizás, lo mejor para restablecer esa confianza perdida sería casarse y punto, ya lo saben, pero para serenar la idea tan excepcional de la atracción física ambos líderes se conceden otro periodo de reflexión que impone una tasa a las transacciones monetarias y una regla básica para que los diecisiete Estados del euro incluyan el objetivo de equilibrio presupuestario en sus constituciones. La teutona, rubita ella, y el descarado Bonaparte, en absoluto incómodos por el desmantelamiento del Estado del bienestar en los países periféricos sacrificados en los acuerdos comerciales con el exterior y el acoso a sus deudas soberanas alentadas por la revalorización continuada del euro, se van a tomar su tiempo. Van despacio. Van Rompuy, más conocido por Herman "el correveidile", es el elegido para ir organizando la fusión corporal con lejano horizonte temporal.

El caso tiene alguna similitud, en cuanto a la popularidad del enlace -en diferente ámbito-, con el de Cayetana de Alba y Alfonso Díez, aunque esta parejita sí que se muestra en apariencia mucho más enamorada, emocionada y dispuesta a dejarse robar el corazón. Con mucho más coraje en la decisión de unirse que los sositos Ángela y Nicolás. Después de muchos rumores y especulaciones, parece que su boda, situada por los cotillas en Ibiza, se celebrará finalmente y muy pronto en Sevilla. ¡Olé! El reparto de la herencia de la duquesa, entre sus hijos y nietos, y la aceptación de estos ha supuesto la eliminación del último escollo para el deseado enlace.

La noble Casa de Alba de Tormes cuenta con más de siete siglos de historia. Nacida en el siglo XIV, es la casa europea con mayor cantidad de títulos nobiliarios: un total de cuarenta y cinco, entre ducados, condados, vizcondados y marquesados. Se estima que su fortuna asciende a unos 3.000 millones de euros, según publicó "El Mundo", aunque la cifra es aproximada, ya que el patrimonio se encuentra distribuido entre palacios, castillos, terrenos agrícolas, acciones, obras de arte, propiedades inmobiliarias y joyas.

Pero, en realidad, de lo que deberíamos hablar es de sentimientos y de un proyecto común. El novio de la duquesa, por ejemplo, no se corta un pelo y ha puesto al descubierto todas sus emociones sin ninguna vergüenza, dejando claro que la suya es una historia de amor en toda regla. "Es increíble. Es humana, sensible... Tiene una gran energía y es muy cariñosa", y reconoce sin ningún pudor: "Me emociona cuando me dice que me quiere". Alfonso asegura que le apasiona que la señora le demuestre su cariño con pequeños gestos cotidianos y confiesa que tienen muchas aficiones en común. "Compartimos muchas pasiones. Nos gusta viajar, ir al cine...". Incluso, reconoce que una de las cosas que más disfrutan es haciendo cine en casa. El futuro duque de Alba consorte habla también de sus costumbres, afirmando que le gusta el vino, que cada mañana se toma un pincho de tortilla y que no es noctámbulo. Además, confiesa que se mueve en un utilitario, que va al gimnasio dos veces por semana y que dejó de fumar hace seis años.

La canciller y el presidente son demasiado racionales; el amor no. Sinceramente, veo antes embarazada a Cayetana.

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