EN EL MARCO de la crisis financiera que nos ha afectado en los últimos años, las cajas de ahorro, figura histórica de nuestro sistema económico, han mostrado signos de debilidad derivados de su particular naturaleza que han sabido salvar sin perder su carácter y razón de ser.

Se trata de una figura que está muy ligada a la comunidad en que radica y que se caracteriza por la capitalización del ahorro con el fin de que pueda ser utilizado para obras sociales, fines culturales y desarrollo local. Su origen se remonta al siglo XV, en los montes de Piedad italianos, que tuvieron su correspondencia en España en los pósitos.

Originalmente, las cajas de ahorro se constituyeron bajo la forma jurídica de fundaciones de naturaleza privada con finalidad social, a diferencia de los bancos, sociedades anónimas cuyo ánimo principal es el lucro.

Una diferencia que las distingue de otras entidades de crédito es que destinan un porcentaje de sus beneficios a su obra social y que las corporaciones locales participan activamente en su funcionamiento.

Pero la gran virtud de las cajas de ahorro, que no es otra que esta fuerte vinculación al territorio y a la comunidad, se convierte en un arma de doble filo en el actual contexto socioeconómico. Las fusiones entre bancos, frecuentes en todo el mundo, se complican, por tanto, en este ámbito.

El Real Decreto-Ley 6/2010, de 9 de abril, dio luz verde al Sistema Institucional de Protección (SIP), un acuerdo contractual entre varias entidades de crédito que asumen un compromiso mutuo de solvencia y liquidez, con fondos inmediatamente disponibles de al menos el 40% de los recursos de cada entidad.

Entre otros SIP surge Banca Cívica, el primero que comenzó a operar en España, constituido como banco en junio de 2010 e integrado inicialmente por Caja de Burgos, CajaCanarias y Caja Navarra. Meses después, se uniría Cajasol. Con 3,5 millones de clientes, está presente en treinta y tres provincias y ha salido a Bolsa vendiendo más del 20% de su capital.

Según los datos de su memoria de 2009, la Caja General de Ahorros de Canarias, surgida en marzo de 1984 de la fusión de las dos cajas existentes en la provincia de Santa Cruz de Tenerife, es la primera entidad financiera de las Islas por recursos ajenos y propios. Cuenta con unos mil quinientos empleados y más de doscientas cincuenta oficinas repartidas por las siete islas, Madrid, Barcelona y Caracas.

Su participación en Banca Cívica, atendiendo a la figura jurídica utilizada, no impedirá a CajaCanarias seguir apostando por la que ha sido, sin duda, una de sus grandes aportaciones a la sociedad tinerfeña, su obra social y cultural, que la hace ser pieza decisiva en la economía de las Islas.

Los beneficios obtenidos en cada ejercicio, cubiertas las reservas y atendidas las obligaciones fiscales, y bajo el lema "Podemos hacer mucho juntos", se destinan a desarrollar un sinfín de proyectos en áreas como educación, asistencia social, sanidad, investigación, cultura, deportes y medio ambiente.

Se da salida así a la actividad, iniciativa y compromiso que caracteriza a las entidades privadas e instituciones públicas de Canarias, que en muchas ocasiones no tendrían ocasión de ser aprovechados y que cuentan así con un canal de financiación estable.

Premios literarios y de investigación, exposiciones, conciertos y programas de formación de la más variada índole conviven con una red de cerca de cincuenta bibliotecas, doce salas de arte, seis guarderías y hasta un colegio. Unas acciones que se desarrollan a través de convenios con instituciones públicas y grupos empresariales.

Un paso más dentro de este compromiso con los demás es la iniciativa "Tú eliges, tú decides", que financia cerca de mil doscientos proyectos sociales planteados en todo el mundo y encuadrados en nueve líneas de actuación, a los que se dirige una parte de los beneficios que genera la relación del cliente con la entidad.

Bueno es que recordemos la función que dentro de esta entidad ha jugado su actual presidente, Álvaro Arvelo Hernández, nacido en Tacoronte, director general entre 1988 y 2008, que ha desarrollado toda su carrera profesional en esta entidad y ha impulsado decisivamente este procedimiento.

Hace más de treinta años, en las maravillosas tertulias impulsadas por Juan Ravina Cabrera, abogado de Estado y expresidente de la entidad, maestro y amigo personal, ya me hablaba en el lagunero Camino Largo del currículo llamativo de Arvelo, de su absoluta valía, seriedad y preparación.

Profesor mercantil, licenciado en Ciencias Económicas y Empresariales, y ligado a CajaCanarias desde su adolescencia, ha pasado por todos los puestos imaginables en su organigrama, desarrollando cargos de responsabilidad en las áreas de Intervención, Asesoramiento Técnico de Oficinas, Subdirección de Administración, Dirección y Dirección General Adjunta. Actualmente, es vicepresidente de Banca Cívica.

La salida a Bolsa el pasado julio de este sólido proyecto pone punto y seguido a un proceso con el que nuestra ya centenaria caja de ahorros responde al cumplimiento de los requisitos impuestos por el Banco de España y se abre a nuevos inversores, sin perder por ello la vertiente solidaria y comprometida que siempre ha desarrollado.

Toda empresa que se precie, que pretenda seguir normas de calidad europeas, tiene que responder en la actualidad a tres criterios fundamentales: cuenta de resultados, compromiso social y respeto al medio ambiente. El propio nombre de Banca Cívica, por sí mismo, ya expresa un compromiso social perenne que compartimos y de cuyo éxito seremos partícipes todos. Enhorabuena.