A partir de hoy, Antonio del Pino se incorpora a nuestra nómina de colaboradores de los domingos, día en que escribirá sus artículos bajo el epígrafe común de El Faro Canario, pues, según sus propias palabras, pretende, desde su punto de vista, "iluminar el camino y advertir de los obstáculos a los canarios en la búsqueda de un Estado soberano y democrático para Canarias"

MAJESTAD, otra vez me permito escribirle porque en este tiempo transcurrido desde la primera carta abierta no he recibido ninguna respuesta. Y si he de serle sincero tampoco la esperaba. Puedo entender que sea así, puesto que sus obligaciones de Estado siguen una agenda en la que obviamente no podría estar incluida una respuesta tan importante en un corto espacio de tiempo. Es archiconocida la frase "las cosas de palacio van despacio", y yo lo asumo y lo entiendo, aunque sigo todavía apoyándome en mi talante sereno y esperanzado, por aquello de que la esperanza es lo último que se pierde.

No en vano hemos esperado seiscientos años y todavía seguimos mendigando nuestra libertad. Es algo que a mí no me gusta hacer, aunque parece que a los canarios no nos queda otro remedio. Tenemos que mendigarlo todo: nuestra libertad, nuestros derechos, nuestra nación, nuestra bandera, nuestro mar y nuestro cielo, y encima tenemos que mendigar a los políticos un puesto de trabajo para poder malmantener a nuestras familias. Por estas circunstancias, Majestad, necesitamos dirigir nuestro propio destino, porque nosotros tenemos lo que necesitamos para vivir, aunque la propaganda se ha encargado de decir a mis canarios lo contrario. Sinceramente, yo no debería pedirle a usted nada, pero lo hago pensando en aquellas palabras de Jesús cuando dijo "pedid y se os dará". Claro que Jesús se refería a que hay que pedir a su padre, que está en el cielo, es decir, a Dios. Y usted no es ni nuestro padre ni nuestro dios, porque de haberlo sido no nos tendría esclavizados. Un padre quiere siempre lo mejor para sus hijos y un dios no espera a que le pidan, da antes de que nuestras necesidades afloren, y usted no ha hecho ni lo uno ni lo otro, de momento.

Cuando en mi carta anterior le pedía que mediase en el proceso de independencia de las Islas Canarias, no lo hacía como un mero capricho, sino amparado por una razón histórica, la misma que le podría permitir a Su Majestad tomar las riendas para liberar a Canarias. No estoy pidiéndole algo imposible, ya que muchas otras colonias incluso menores que las Canarias han conseguido ser un Estado soberano. La isla de Malta, Andorra, las islas de Cabo Verde, por nombrar las más cercanas, y que han llegado a obtener la libertad sin derramar una gota de sangre, algo magnífico y gratificante, ya que por la búsqueda de la libertad han corrido ríos de sangre, siendo esta en un porcentaje muy alto sangre inocente.

Majestad, en lo que se refiere a mi primera carta debo comunicarle que ha tenido un impacto muy importante en la sociedad canaria. Aquella fue leída por unas diez mil personas, se hicieron unas sesenta impresiones, lo que supone unas quinientas páginas impresas, se compartió con ciento sesenta cuentas en Twitter y ochenta en Facebook y obtuvo cuarenta y cinco comentarios, de los cuales el 52% se mostró claramente a favor de lo escrito. Sé que hubo muchos canarios que lloraron cuando la leyeron, tal como yo lo hice cuando la escribí. Hijos se la leyeron a sus padres y nietos lo hicieron a sus abuelos. Desde Venezuela nos desearon éxito en la búsqueda de nuestra independencia. ¿Puede imaginarse, Majestad, ese cuadro familiar? Usted es también un abuelo como lo soy yo y usted sabe que un abuelo quiere lo mejor para su descendencia. Usted también sabe que lo que un abuelo pide es siempre genuino. A usted le toca esta vez estar en la posición de dar y yo en la de recibir. Y usted sabe que hay más felicidad en dar que en recibir, y yo quiero que usted sea muy feliz otorgándonos una tierra libre para el disfrute y futuro de nuestros nietos. Majestad, como padre y abuelo que es, sé que su máxima prioridad es dejarles a sus hijos y a sus nietos una España fuerte, unida y libre de cuentas pendientes. Y eso es lo mismo que todos los abuelos canarios queremos acerca de nuestra nación canaria. Queremos dejarles a nuestros herederos un lugar donde vivir con "paz y libertad" sin que estén sojuzgados por ninguna bandera que no sea la nuestra. Esas dos palabras son las que más usa usted en sus discursos; esas dos palabras están entalladas en oro en mi corazón y son el combustible que quemo para poder escribirle a Su Majestad y dirigirme a los canarios, que necesitan una nueva y verdadera esperanza de futuro.

Majestad, a esta altura de nuestra vida, cuando nosotros ya hemos vivido la mayor parte, lo único por lo que merece la pena luchar y continuar viviendo es por nuestros hijos y nuestros nietos, aunque en su caso también es su responsabilidad vivir por España. Son una parte esencial de nosotros mismos, por lo cual nos interesamos sobremanera y solo buscamos el bien de ellos; el nuestro ya no importa o al menos ya no es lo más importante. Ellos son nuestra prioridad y la fuerza motriz que nos orienta a trabajar por la obtención de un brillante futuro. Y eso es lo que usted y yo estamos haciendo; usted como Rey y yo dando razones fidedignas a los canarios para que pierdan el miedo a la libertad, para que sean libres, para que caminen solos y se enfrenten sin temores a la vida que nos merecemos. Abra su mano, Majestad, y deje caer sobre Canarias su cariño por quienes por tantos siglos hemos trabajado para ayudar a levantar España, aunque lo hicimos forzados por el devenir de los acontecimientos históricos. Abra su mano y díganos que nos merecemos encontrarnos de frente con la libertad. Respétenos el deseo primigenio de querer sentirnos libres, porque eso nos viene impreso en nuestra información genética y no es un producto manufacturado adrede para impresionar, sino la consecuencia de una realidad histórica.

En los casi doce años de ausencia de la tierra que me vio nacer, he sufrido la tortura de la emigración. Me vi obligado a abandonar mi patria canaria por no encontrar el porvenir que garantizara la subsistencia de mi familia, como otros miles de canarios esparcidos por el mundo. Nos hemos visto "exiliados" tal como usted lo estuvo hasta que el Generalísimo le devolvió la Corona de España que por derecho le correspondía. ¿Recuerda Su Majestad cuánta alegría hubo en su casa cuando se convirtió en oficial su regreso a España? ¿Recuerda cuando se lo informó a su esposa y a su padre? ¿Va a negarme que esas palabras se enjuagaron con lágrimas de emoción de un sueño largamente esperado? ¿A que nunca olvidará ese momento en el que usted vislumbró un futuro de libertad para todos los españoles? Piense en la emoción que vivió en aquellos días, porque esa emoción es la que queremos vivir todos los canarios de buena voluntad. Nosotros también queremos volver a encontrar en nuestra tierra la libertad que hemos perdido. Queremos y debemos ser libres, porque es nuestro derecho, que en justicia nos pertenece como herencia histórica. Por mi parte, mientras haya un canario fuera que lo esté porque no puede estar dentro, trabajaré para suprimir los obstáculos que impidan este derecho. Y por los que están dentro y no tienen nada seguiré buscando nuestra soberanía como única solución a la miseria que viven las familias canarias en la actualidad. Más vale caminar solos que mal acompañados, y nosotros podemos caminar solos. ¡Cuánto bien haría usted al mundo si abriera su mano a favor de la libertad de los canarios!

No nos pida más, Majestad, no nos pida más tiempo. El momento de la libertad de Canarias ha llegado ya a nuestros corazones. Y aunque en la gran mayoría esta libertad está agazapada, solo espera una señal, una voz, un isleño que saque a Canarias de la esclavitud y los conduzca a una tierra de promisión. Ahora solo falta unificar los criterios de quienes ven posible la soberanía de Canarias, la de los partidos políticos que se constituyeron con la independencia en miras, pero de los cuales no ha brotado una voz que sea un faro para los canarios que reclaman su derecho a un futuro sin carencias. Sobre las Islas se está esparciendo una nueva luz, una nueva canción, un grito de libertad que ha dado la vuelta al mundo y reverbera en nuestra alma de canario produciendo un magnífico sonido que ni las sirenas del mar pueden imitar. Sabemos que queremos ser canarios libres y también sabemos que no será fácil conseguirlo. La conciencia de nuestro pueblo, que ha estado dormida por cientos de años, está despertando a un nuevo amanecer. En nuestro corazón se ha prendido una llama de libertad, y créame cuando le digo que no hay bombero capaz de apagarla ni río de sangre capaz de ahogarla. Canarias nos duele como nunca, y hemos tenido que esperar a ver para creer cómo nuestros políticos, sedientos de dinero y de poder, la destrozaban para darnos cuenta de que nos mentían, de que se reían de nuestro dolor, de nuestra confianza y de nuestras lágrimas tanto los de allá como los de acá, es decir, los partidos nacionales y nacionalistas. Los canarios que realmente se sienten canarios no podemos permitir que se juegue más con nuestra familia y nuestro futuro. Si lo permitimos seremos la vergüenza de las generaciones venideras, porque les dejaremos una patria esclavizada y no habremos hecho nada para evitarlo.

¿Cuál es el precio que tenemos que pagar los canarios que pedimos justicia para obtener la libertad de nuestro pueblo? ¿Cuántos muertos son necesarios para sentarnos después a negociar? ¿Cuántas lágrimas tenemos que seguir bebiendo por pedir lo que deberíamos tener por naturaleza? Y ahora que el narcótico ya no es tan efectivo por la exuberante comunicación global, ¿a cuántos canarios les pondrán las banderillas para irlos debilitando? ¿A cuántos llevarán ante los tribunales para meterles el miedo en el cuerpo? ¿A cuántos se les va a dejar sin trabajo por ejercer el derecho que, además, otorga la Constitución a la libre expresión? ¿Cuántas veces más oiremos que los jueces se saltan a la torera la salud de nuestros abuelos acusados por ser defensores de la libertad de Canarias? ¿Qué clase de Justicia es esa que toma a nuestros ancianos y los masacran psicológicamente? Majestad, ¿me va a decir que no siente vergüenza de saber que la Constitución que usted refrendó permite esos atropellos de la Justicia? ¿Cuándo va a ser el Tribunal Superior de Justicia de Canarias un órgano de protección para el ciudadano? Majestad, todas estas cosas hacen que el pueblo, que es soberano en todos lados, menos en Canarias, desconfíe de la Justicia y de la Constitución. Por eso queremos nuestra soberanía, nuestra libertad y nuestra propia Justicia, amparada por nuestra futura Constitución de la República Federal de Canarias. Es nuestro derecho. El derecho de los pueblos a obtener la libertad no puede ni debe estar vetado por cadenas imposibles de romper ni por leyes imposibles de justificar. Canarias quiere vivir en paz y los canarios solo desean apagar la sed de libertad y mirar al futuro, sin miedo, ilusionados en que todos juntos, velando por nuestros intereses, seremos capaces de tejer el más hermoso de los futuros.

Toda esa visión espectacular es lo que usted está impidiendo en este tiempo al no darnos nuestra libertad. Ayúdenos, Majestad, ayúdenos a vivir en ese nuevo paraíso. Usted tiene el poder, tiene el derecho y a mí me gustaría que también tuviera las ganas de hacerlo. De no ser así parecería que se está aprovechando de un genocidio provocado por sus antepasados, y con esa pasividad estaría apoyando lo que estos hicieron en contra de la nación guanche. Denos la libertad como si esta le quemara a usted en sus manos, porque no es a usted a quien le corresponde retenerla por derecho. Todavía resuenan en mi mente las palabras que dijo el 6 de abril de 2005 en Bélgica, en su discurso ante el Colegio de Comisarios de la Unión Europea: "El ansia de libertad de millones de europeos adelantó el reloj de la historia, y lo que en un principio iba a ser un lento proceso se convirtió en una rápida y radical transformación. En poco más de tres lustros, muchos de aquellos países se convirtieron en Estados democráticos, económicamente abiertos… Esta espectacular transformación ha sido posible gracias a la fuerza y al coraje con que sus sociedades han acometido las reformas internas necesarias". Majestad, donde dice "europeos" lea "canarios" y dígame si no es realmente maravilloso lo que está usted diciendo. Y cuando se refirió a que el "ansia de libertad adelantaría el reloj de la historia"quise creer que se refería usted a Canarias, por aquello de que aquí vamos una hora menos. Hasta en eso estamos por detrás, Majestad. Sí, nosotros queremos también convertirnos en un Estado democrático, porque nuestra sociedad tiene fuerza y coraje para realizar las reformas internas, para garantizar nuestra independencia y la supervivencia de nuestra familia canaria. El ansia de libertad de nuestro pueblo puede convertirse en una rápida y radical transformación. Estas palabras, sus palabras, pueden ser una realidad aplicadas a Canarias en un cercano futuro. Para eso solo tiene usted que querer lo que todos los canarios auténticos queremos.

Como Rey de España entiendo que pueda usted estar preocupado por los españoles que viven en Canarias respecto al futuro de ellos después de obtener la soberanía. Quiero expresarle, Majestad, que los canarios consideramos hermanos a todos los españoles. Que sentimos por ellos un cariño muy especial, porque la gran mayoría nos ha respetado siempre y ha compartido con nosotros nuestra cultura y nuestras riquezas. A muchos de ellos también les gustaría que obtuviésemos la independencia, porque reconocen la realidad histórica de nuestra tierra. La generación de españoles de la actualidad no es responsable del genocidio guanche; ellos nada tienen que ver con esa sangre derramada; por esto no abrigamos rencores, aunque sean descendientes de aquellos. Sin embargo, hay otros que nos desprecian por ser canarios y querer nuestra libertad. Esos españoles, pocos pero poderosos en poder, son los que derraman sobre los verdaderos españoles un desprestigio absoluto. Esos son los que aparentemente están fuera de la ley, aunque parece que la ley esté con ellos.

Majestad, quiero terminar diciendo que hasta el mismo creador de todas las cosas, las visibles y las no visibles, ha sido capaz de contestar las oraciones en incontables ocasiones a lo largo de la historia de la humanidad. Y si ese ser poderoso y eterno ha sido capaz de hacerlo, ¿cómo entonces no lo va a hacer usted, que es un ser humano? Los reyes a veces deben bajar a tierra para ver los problemas de los ciudadanos de frente, y yo espero que en esta ocasión lo haga, aunque solo sea por el respeto que le tenemos los canarios.

Permítame desearles a usted y a su familia unas felices vacaciones.

¡Viva España! ¡Viva el Rey! ¡Viva la República Canaria!