El tema de la formación profesional -y más allá de la formación profesional permanente- se ha puesto en la primera de las preocupaciones educativas a raíz de la urgencia de una reestructuración y superación de la crisis económica. Anexa al paro juvenil, que en nuestra patria pasa del 40%, y al fracaso escolar, en el que vamos a la cabeza. Y, recientemente, despunta la Comunidad de Madrid, con Esperanza Aguirre, que ya en su época de ministra de Educación se publicó un buen libro-documento en el que se explicitaban los modelos y las perspectivas de la formación profesional. La Logse y la derogación de la Ley de Calidad de la Enseñanza, en virtud de Real Decreto-Ley del gobierno socialista de 2004, al amparo de una norma innecesaria sobre su entrada en vigor, dejaron fuera de contexto los principios inspiradores de una formación profesional, continuadora, o como enlace en la formación primaria, y de otro lado, del bachillerato.

La idea de Esperanza Aguirre, tal como se desprende de su viaje a Munich en julio pasado, con un equipo de expertos y de empresarios, tiene como norte que los alumnos reciban dos tercios de formación en centros de trabajo, con una paga de 450 euros mensuales. A efectos de información y de experiencia como presidente de la Federación Europea de Centros de Enseñanza-FEDE, me permito recordar que en el pensamiento cristiano y social el trabajo es el elemento connatural que se inicia y realiza en la propia familia, y apoyado por los gremios. Incluso la Iglesia, para todo tipo de comunidades, especialmente los cartujos, mantiene viva el armazón del trabajo como estímulo a la propia santificación. (San José de Calasanz es el patrono de la Escuela Popular Cristiana; los jesuitas y los dominicos fueron pioneros de las universidades laborales, que brotan desde el Ministerio de Trabajo). La aparición de la escuela única, laica y obligatoria fue un logro de la República en su Revolución. Aunque no afectó demasiado a escenarios germánicos o anglosajones (la zona oriental de Alemania, que supuso una hipoteca para la Alemania Occidental, tuvo, sin embargo, el atractivo de su mejor aportación el de la formación profesional, aunque sólo hubiese tenido la vía estatal).

Batagglia, a mitad del siglo XX, nos descubre en su "Filosofía jurídica" que el hombre, por el trabajo, no solo se hace hombre y familia, sino que le capacita para insertarse y participar plenamente en la comunidad política, esa idea subyacente en el corporativismo profesional, que nace de la Iglesia Católica en su doctrina social, tratando de potenciar la participación para que en la organización profesional a los trabajadores no se les impidiese el colegio profesional correspondiente, por el que se regían los médicos, abogados, notarios, etc.

Con esos mismos mimbres, nacería, tras la II República, un régimen que, siendo transitorio hasta la formulación monárquica en 1937, con el Decreto de Unificación, se trató de vertebrar en la familia, el sindicato profesional y los municipios y provincias. En los primeros pasos de un sindicalismo que pretendía ser nacional, se vio a la empresa como núcleo de formación, no solo la llamada "cuota de formación profesional" respecto de la empresa, sino promoviendo estructuras, núcleos y centros de enseñanza reglada de aquella dentro del engranaje del propio sistema reglado. Antonio Aparici, con otros muchos hombres, ayudaron a lo que Navarro Rubio, en una ley sindical se llamó escuela o instituto -el de la Paloma, de Madrid, o la Nacional de Hostelería, de la Casa de Campo de Madrid, que eran verdaderos modelos-, adecuándose en particular a las necesidades socioeconómicas, sea la promoción del turismo, sea la Renfe, sean las explotaciones de la madera, del carbón o del acero. En las Cámaras Oficiales de Comercio, Industria y Navegación se cumplió con autonomía esa tarea.

La teoría de la ministra laborista de Educación Willians, que cautivó al laborismo inglés con la llamada escuela "comprensiva" y "autogestionaria", cuya crítica hicimos nosotros en los años 80, en una obra de tres volúmenes, quedó desguarnecida por la postura de la Sra. Thatcher, que facilitó posteriormente a esta su acceso al gobierno. (Más tarde, en España viene la LODE de la época del ministro Maravall, que ha de ejecutar y desarrollar el ministro Rubalcaba).

La orientación alemana -históricamente añeja y sin las turbulencias de lo anglosajón y del igualitarismo francés, de creación de empleo y de sistema dual de formación profesional- tiene vigencia ya en la Alemania de Merkel. Y con las particularidades propias de la familia, y de la empresa española, puede tener gran virtualidad entre nosotros, y no solo para la salida de la crisis. Enhorabuena a la Comunidad de Madrid, que puede ser la punta de lanza en este punto para el resto de las regiones españolas.

Federación Europea de Centros de Enseñanza-FEDE