LEEMOS en un periódico la noticia de que el récord de ocupación turística no frena el aumento del desempleo. Ese es el dato. ¿Y por qué?, nos preguntamos en esta Casa. Pues porque el presidente del Gobierno de Canarias, un inepto político llamado Paulino Rivero, sólo es capaz de aplicar paliativos sin reconocer su fracaso. Canarias, que está indebidamente unida a España por las cadenas coloniales, tiene un diez por ciento más de paro que la Península. Mientras tanto, la Hacienda española sigue excavando los recursos de los canarios para sustentar a los peninsulares, con la complacencia de los nacionalistas de estas Islas -que en realidad son falsos nacionalistas o "nacionalistos"- solo pendientes de caerle bien a Zapatero bailando al son que él les marca a cambio de nada, o como mucho de agua en cestas.

Ya es hora, lo repetimos un día más, de que el señor Rivero reconozca su fracaso como gobernante en vez de seguir diciendo tonterías como esa previsión de que habrá trabajo en el segundo semestre de este año. ¿Y él por qué lo sabe? ¿Porque se lo ha dicho al oído algún niñito de papá político? ¿En qué secreto está el señor Rivero que no sepamos nosotros ni los demás canarios? ¿No se da cuenta el presidente regional de que por su culpa, por su ineficacia como dirigente y también por culpa de las inutilidades políticas de las que se ha rodeado sigue creciendo el paro, siguen el hambre, las penurias y las miserias en unas Islas cada día más depauperadas y desgraciadas? Este hombre es una calamidad y tiene que marcharse. Tiene que dimitir y mandarse a mudar de esta tierra aunque algún periódico, minimísimo en difusión, opine a favor del presidente que la evolución interanual del desempleo muestra cierta mejora. ¿Qué coño es eso? El paro es el paro y no hay teoría que valga para mejorarlo. No existen paliativos válidos, sino buen gobierno y trabajo. ¿Por qué -volvemos a preguntarlo- no reconoce Paulino Rivero su fracaso, su ineptitud y dimite y desaparece del panorama político, e inclusive de esta tierra si es posible? Paulino Rivero es tan nefasto para Canarias como lo ha sido Zapatero para España. Los españoles se van a librar de Zapatero el 20 de noviembre, como también desapareció el caudillo un día como ese. ¿Por qué tenemos que esperar los canarios cuatro años para vernos libres de Paulino Rivero? ¿Por qué no olvida el presidente su despotismo al menos durante una hora, que supone tiempo de sobra para redactar su dimisión y firmarla? ¿Por qué no le hace a Canarias todo el bien que no le ha hecho en los últimos años?

Pasamos a otro tema. Nos parece bien, pues afortunadamente no todo son despropósitos, que en Candelaria se reduzcan los gastos suntuarios con motivo de la fiesta de la Patrona de Canarias. Según informaba esta misma semana un periódico local, el Ayuntamiento de la Villa mariana se ha visto obligado a confeccionar un programa de actos sin apenas fuegos artificiales. El propio alcalde, Gumersindo García -un socialista humanista, y no político, al que admiramos en esta Casa- le ha pedido a los vecinos que, en vez de hacer donativos para exhibiciones pirotécnicas, destinen ese dinero a comprar alimentos que se entregarán a Cáritas para ayudar a los más necesitados. La aportación económica que anualmente hacía la Basílica de Candelaria para fuegos artificiales también se destinará este año a alimentos.

Nos parecen bien estas medidas, como decimos, pero nos parecería aún mejor que no fuesen necesarias. Nos parecería mejor que muchos canarios no tuviesen que depender de Cáritas o de otras organizaciones humanitarias para comer porque, al ser ciudadanos de un país libre, y por lo tanto dueño de sus recursos, pudiesen vivir libres de miserias como lo hacen los habitantes de otras naciones mucho más prósperas que la nuestra pese a no contar con tantos recursos. Porque el culpable primero y último de esta catástrofe social tiene un nombre: Paulino Rivero. El presidente regional, y con él todos los falsos nacionalistas, son culpables por partida doble: por no pedir la independencia de su tierra y, encima, por administrarla mal. Su actitud sólo podemos calificarla de crimen político. Un crimen que más pronto de lo que ellos se imaginan será juzgado por el pueblo.