AL CÉSAR lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. Incluso los no cristianos saben que estas palabras de Cristo las pronunció cuando le preguntaron por qué los judíos tenían que pagarles tributos a los romanos, a la sazón ocupantes de la antigua Judea. La frase ha quedado para la posteridad como un símbolo de lo que debe ser la justicia. O dicho en lenguaje coloquial, para que nadie se vista con ropas ajenas ni se arrogue iniciativas que con anterioridad se negaron a apoyar. Y digo todo esto porque, aparentemente, soplan aires nuevos en nuestros ayuntamientos.

Resulta evidente para quienes estamos atentos a los medios de comunicación que en el Ayuntamiento de Santa Cruz se ha instalado un rara avis, las ganas de trabajar. No quiere decir esto que con anterioridad no existieran, pero debemos reconocer que es ahora cuando se percibe su aleteo; que los miembros del antiguo consistorio, al encontrar tantas piedras en su camino, quizá habían perdido la ilusión que un servidor público debe tener hasta culminar su mandato; que con las ya manidas acusaciones de corrupción nadie se atrevía a mover un dedo por temor a las críticas del no a todo, etc. Los problemas sociales, la crisis económica, los pleitos judiciales, etc., no cabe duda de que tuvieron que influir en el previsto "buen hacer" de nuestros ediles para dejarlo solo en un "hacer". Sin embargo, obras son amores, y también "el movimiento se demuestra andando", por citar solo dos entradas del refranero popular, algo que nuestro ayuntamiento va a tener la ocasión de refrendar si el Parlamento canario aprueba la proposición de ley que resolverá el problema que han ocasionado, para la definitiva aprobación del PGO, los edificos fuera de ordenación.

Aunque ya desde la legislatura anterior se venía hablando de la mencionada ley, no sé por qué no pudo aprobarse. La situación del sector de la construcción no queda bien reflejada si se la tacha solo de muy preocupante. Miles de empleados han perdido sus puestos de trabajo; muchas empresas han cerrado; empleados "colaterales" -fontaneros, electricistas, encofradores, ferrallistas, soladores, yesistas...- ni siquiera tienen un "cáncamo" para hacerse con algún dinero, originando todo ello un verdadero mazazo a la sociedad del bienestar que creíamos -ilusos- estar habitando.

Recuerdo ahora la anécdota de un pueblo que vivía muy feliz en un lugar muy constreñido, casi escaso de suelo. Y sucedía esto porque una alta empalizada lo rodeaba. En vista de la situación -la población aumentaba y el espacio se les hacía pequeño-, se decidió derribar las vallas, pero ¡qué horror!, al otro lado encontraron un profundo abismo que, lógicamente, redujo de manera notable su hábitat, pues a partir de entonces sus habitantes no se acercaron al borde por temor a despeñarse.

¿Tiene algo que ver lo expresado en el párrafo anterior con la situación del PGO y nuestro ayuntamiento? Pues yo creo que sí, ya que desde 1992, fecha del antiguo PGO, hemos vivido en Santa Cruz una situación anómala, tolerada a sabiendas de que ya en dicho plan existían los edificios fuera de ordenación, sin que nadie en todo ese tiempo se hubiese preocupado lo más mínimo en resolver el problema que algún día -cuando se derribaran las vallas- se presentaría. A mi modo de ver, ha habido una negligencia difícil de asumir, disculpable solo, tal vez, porque los gestores del antiguo Plan no ejercían sus cargos en la actualidad.

En mi opinión, el Ayuntamiento de Santa Cruz, si el Parlamento aprueba la mencionada ley -y la va a aprobar, puesto que todos los diputados son conscientes del tremendo e incalificable daño que se le está haciendo a nuestra ciudad-, tiene la oportunidad de demostrar que, como decía al principio, en él soplan aires nuevos. De ninguna manera se puede permitir que la aprobación definitiva del PGO -parece que será en octubre- se alargue hasta los dieciocho meses, tal y como el nuevo edil responsable de la Gerencia de Urbanismo se atrevió a pronosticar. Si tanta importancia se le ha dado a los ciudadanos que se iban a ver afectados por la normativa que se pretendía aprobar, ¿no deben tener la misma consideración quienes, por no tener trabajo ni perspectivas de tenerlo, ansían la aprobación de un plan -el que sea- que les permita vislumbrar el futuro con cierto optimismo?

Estamos ya en agosto, mes tradicional para disfrutar las vacaciones, pero los responsables de todo lo que ha pasado pueden estar seguros de que muchos chicharreros, muchas familias chicharreras, no las podrán disfrutar como merecen. Sería bueno que nuestros políticos sacrificaran de algún modo su período de holganza para posibilitar que toda esta gente consiga mejorar su situación, a partir de setiembre, y logre enfrentarse a la Navidad con otro talante; no "el talante".