SIEMPRE hay alguien dispuesto a alegrarnos el día. En esta ocasión le ha correspondido el papel de bufón a un tal José Antonio Pastor, portavoz del Partido Socialista de Euskadi porque partidos socialistas hay muchos y cada uno tiene su vocero. ¿Y cuál ha sido el chiste del tal Pastor? Pues que Zapatero ha dado una muestra de responsabilidad y gallardía al anunciar las elecciones para noviembre. Aunque bien pensado eso no es un chiste sino la entronización de una mentira. El aún presidente decía hace menos de quince días que no habría elecciones anticipadas porque no le convenía a la estabilización del euro. Lo mismo que ha reiterado con argumentos diversos durante los últimos meses y, si me apuran, durante los últimos dos años. Negarse a sí mismo y también negar la realidad. Como cuando decía que no había ni habría crisis económica. Menos mal -y ese menos mal lo entona a estas alturas más de un socialista, pese a que no pueda decirlo en público- que todo eso pertenecerá al pasado el próximo 21 de noviembre. Menos mal, insisto, porque la segunda aseveración de José Antonio Pastor ha sido más hilarante que la primera: Zapatero deja la política activa con un buen balance y habiendo hecho los deberes.

A lo mejor -acaso a lo peor- resulta ahora que los deberes bien hechos de un socialista consisten en dejar a un país con cinco millones de parados, dividido en dos como no lo estaba desde antes y después de febrero del 36 y más o menos con el prestigio planetario que tenía cuando los gringos lo desposeyeron de Cuba y Filipinas. Aunque a lo mejor sí; a lo mejor resulta que ese es el objetivo de la progresía patria.

Digo esto porque el viernes, ya en horas nocturnas, estuve pichicomeando por Madrid con un individuo ocurrente. Hacía un calor canicular -aunque todavía no hayan llegado los días de la auténtica canícula- pero el tipo iba vestido con traje oscuro y sombrero de fieltro. Entre col y col le conté algunas trolas que dentro de unos días veré publicadas en un digital filosociata de la isla amarilla, pues también yo tengo derecho a reírme de vez en cuando. Lo esencial, y a eso voy, es que los locos están locos pero no suelen ser imbéciles; al contrario, la agudeza mental, la inteligencia en su estado puro, suele abundar en los manicomios. Por eso el señor del sombrero de fieltro -¿o era de lana escocesa?- con 34 grados ya entrada la noche me dijo que en cierta ocasión unos socialistas españoles fueron a entrevistarse con sus colegas suecos. En realidad no me acuerdo si eran socialistas o sindicalistas, pero eso, ustedes se harán cargo, lo mismo da. "En España vamos a acabar con los ricos", les dijeron ufanos a sus colegas nórdicos. "Nosotros en Suecia lo que queremos no es eso", les respondieron sus interlocutores circunspectos. "Lo que queremos es acabar con los pobres".

Anécdota real o chiste al uso, parece que las mejores sociedades no son aquellas en las que la dictadura del proletariado ha convertido en menesterosos a todos sus miembros, sino aquellas otras en las que se procura que, si no los ricos -el cupo de ricos siempre ha sido exiguo-, sí al menos la gente de clase media sea cada vez más numerosa. Algo que Zapatero y sus acólitos del talante posiblemente jamás lleguen a entender.