UNO de los mayores problemas que tienen la democracia española, en general, y la canaria, en particular, es la muy limitada pluralidad ideológica que existe en los medios de comunicación, al menos en los de mayor tirada y difusión. Existen algunos medios que se constituyen -o lo constituyen, que igual da que da lo mismo- en medios de cabecera del político de turno, y ya se sabe que el que verdaderamente ostenta el poder es quien tiene el control del Boletín Oficial o de cualquier otro medio por el que se distribuyan las ayudas, incluida la publicidad institucional, y/o las pertinentes subvenciones; es aquel que puede quitar y ponerse cargos -con sus respectivos sueldos y dádivas-, y, en definitiva, es aquel que se sienta especialmente elegido -ungido casi- para el alto honor de llevar al rebaño por el buen camino.

Por ello, siempre he pensado que el mejor político es aquel que sabe retirarse a tiempo; lo máximo dos legislaturas. Después de todo, el cementerio está repleto de imprescindibles y de salvapatrias. Pero España, y sobre todo Canarias, es diferente en esto, como en tantas otras cosas; aquí estamos acostumbrados a convivir con medios de comunicación plegados ideológica y, por supuesto, económicamente al poder de turno. Incluso, a veces, resulta asfixiante el sectarismo sesgado de aquellos medios de información que insisten en proveer a sus lectores, televidentes u oyentes de opinión como si se tratara de verdadera información, con la certeza de que estos se darán por satisfechos al no poder contrastar la verdad con ninguna otra crítica que previamente habrá sido excluida de tales medios de comunicación.

Mientras tanto, y a nivel nacional, determinados medios de cabecera han comenzado a darle la espalda al presidente en funciones, un tal Zapatero -él aún no se ha dado cuenta de ello, pero se ha convertido en un zombi político ya amortizado-, y han comenzado a explicarle de forma directa que ya se le ha acabado su ciclo -o lo que es lo mismo, que convoque elecciones anticipadas y se vaya a su casa de una puñetera vez, aunque sea en forma de jarrón chino-. La prueba de ello es que todo el apoyo mediático de la prensa de cabecera va dirigido al "sucesor impuesto democráticamente", que, al parecer, es quien, en definitiva, gobierna. Y mientras esto sucede, en una doble moral política a la que tanto nos hemos acostumbrado los españoles, se ataca a la oposición y se resaltan sus trapos más sucios, que sin duda los tiene; mientras se jalea al "futuro y renovado líder" que, aunque ha estado casi desde que tenía pantalones cortos en el gobierno o en los aledaños del poder, es ahora, de pronto, cuando se ha dado cuenta de que tiene los remedios y las soluciones políticas y económicas para sacarnos a los pobrecitos españoles de la actual crisis que, curiosidades de la vida, él no ha sabido, previamente, discernir ni, por supuesto, arreglar.

Y en una doble moral que ha calado muy hondo en la sociedad española, los políticos se enfrentan entre sí en los medios a ver quién es más corrupto, prevaricador, mentiroso, ladrón o putañero; y, dependiendo de si estás en el gobierno o en la oposición, dependiendo de si eres aforado o no, dependiendo de si la fiscalía de turno es de tu cuerda o no, dependiendo de si caes mejor o peor a un determinado medio de comunicación, saldrás o no libre de las acusaciones, imputaciones o incluso condenas que a algún juez que vaya por libre -de poco futuro sin duda en la carrera judicial si se mete con alguien del poder político establecido- se le ocurra ponerte.

Lo que no se entiende demasiado es por qué en España esta doble moral, que en principio es característica de determinados medios de comunicación, está contagiando a una mayoría de la sociedad, que es capaz de perdonar o de no tener demasiado en cuenta el que los políticos malversen nuestro dinero, incluso lo dilapiden, o se beneficien claramente de él, cuando no se lo lleven directamente crudo; o que colaboren abiertamente con los etarras en pos de un sentido equivocado de que todo está permitido si es en bien de la mayoría (?), y, en cambio, nos rasguemos las vestiduras y exijamos la dimisión si ese mismo político se va de putas. ¡País!

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