EL PACTO de Gobierno en el Ayuntamiento de Santa Cruz, al que fueron obligados Julio Pérez y José Manuel Bermúdez por sus respectivos partidos, no ha tenido un buen comienzo, a pesar de los intentos por despistarnos con algún improvisado zafarrancho de limpieza, o la expectativa de amanecer cualquier día de estos en una terraza de verano aun por instalar. A mi juicio, esta forma evasiva de hacer política-ficción, de cara a la galería y sin más objetivo que el aplauso fácil, ya no funciona, pero allá cada cual con sus ocurrencias.

Todos conocen mi opinión sobre el error de intentar sacar adelante a Santa Cruz sin contar con el partido que ganó las elecciones, el Partido Popular, excluyendo la posibilidad de un mínimo entendimiento sobre el desarrollo de los importantes retos a los que se enfrenta la capital. (Lo mismo ha sucedido en el Gobierno de Canarias, y muy pronto veremos las consecuencias).

Pero mayor error aun -y esto sí que es empezar mal- es amordazar a las tres fuerzas minoritarias que CC y PSOE han arrinconado en el Grupo Mixto del Ayuntamiento, mediante su exclusión de la mayor parte de las comisiones y órganos de control municipales. La limitación de sus intervenciones en el Pleno, en una interpretación restrictiva del reglamento jamás vista en nuestra Corporación en más de treinta años de democracia, no casa con la necesidad de diálogo, entendimiento y consenso que los ciudadanos nos demandan y los problemas requieren.

Pretender que mis compañeros Arcila, Corrales y Guigou se repartan cinco escasos minutos por intervención para expresar sus posicionamientos (un solo minuto en el último turno de palabra) es tan ridículo como impropio de un pueblo abierto y tolerante como el nuestro, de larga tradición liberal y que jamás tuvo miedo al debate.

Probablemente no sea yo quien más cerca esté de algunos de sus planteamientos programáticos, pero no entiendo qué hay de malo en escuchar sus propuestas y en intentar hacerlas compatibles con las nuestras, las de CC o las del PSOE. Y mucho menos lo comprendo en una situación de crisis tan extraordinaria como la que vivimos, en la que ninguna voz está de más y todas las manos son pocas para ayudar.

En el Partido Popular nos hemos propuesto respetar los cien días de gracia que todo nuevo gobernante merece. De ahí nuestro prudente silencio estos primeros días de mandato, aunque hay asuntos como este que resulta inevitable comentar. La actitud paternalista de Julio Pérez hacia José Manuel Bermúdez está tan fuera de lugar como la condescendencia que ambos emplean con la oposición, cuya voz y protagonismo pretenden limitar. Ninguna de las dos cosas me gustan, y por eso me temo que el comienzo no presagia nada bueno.

Confío en que ambos reflexionen y rectifiquen, y no solo por el "buen rollito" que me reclamaba hace unas semanas el nuevo alcalde, sino por la necesidad de que este sea un mandato constructivo, alejado de los pleitos y las disputas judiciales en las que Santa Cruz no puede perder más tiempo.

Les invito respetuosamente a hacerlo, y les ofrezco dos buenas oportunidades para demostrar que quieren entenderse con todos sin exclusiones: la primera, el encargo de una auditoria interna para compartir con la oposición el verdadero alcance de la situación económica del Ayuntamiento, y establecer entre todos las prioridades de un plan de viabilidad financiera para los próximos cuatro años, sin margen para las improvisaciones actuales ni las sorpresas futuras.

La segunda, acabar con la incertidumbre generada con la suspensión temporal de la aprobación definitiva del Plan General, poniendo sobre la mesa las auténticas intenciones del equipo de gobierno, y estableciendo con total transparencia la hoja de ruta a seguir a partir de ahora. Solo así los grupos políticos podremos participar en el procedimiento, y generar el imprescindible ambiente de seguridad jurídica que nos reclaman vecinos, inversores y emprendedores.

Hoy, más que nunca, Santa Cruz necesita perspectiva, y sin la oposición resulta imposible obtenerla.