ESTO quiere ser una carta abierta, desde dentro, y sin pelos en la lengua, al nuevo consejero de Educación, al que supongo aún sin vacaciones. Esta vez escribí el título antes que el cuerpo del artículo. Lo tenía claro. Me lo dejó claro el presidente del Congreso el otro día cuando, a micrófono cerrado, le pillaron con un "estoy hasta los güebos; estoy trastornao". Claro que estas "pilladas" del señor Bono, como las de Esperanza Aguirre, ya no me las creo. Saben mejor que nadie que tienen más eficacia en la comunicación que cualquier rueda de prensa o declaración formal. La prueba es que han sido pasadas por los informativos más veces que los encierros de San Fermín, que ya es decir. Así que, cogiendo la ola, me gustaría que le llegue el mensaje, aunque sea tras un titular, de que, por encima de la evidente distancia con la educación, refleja con claridad meridiana el estado de ánimo de la inmensa mayoría de los profesionales que trabajamos bajo las directrices de la Consejería que usted voluntariamente dirige desde hace apenas un rato.

En este país nunca se le ha dado la importancia que merece al ministro de Educación y, por ende, tampoco al consejero. Por eso, yendo usted, como iba, primero en las listas de su partido, valoro que eligiera nuestra consejería. En otros sitios no ocurre lo mismo. El expremier inglés Gordon Brown o su antecesor Tony Blair pasaron por esa responsabilidad que les catapultó a la presidencia.

Por otra parte, también tiene a su favor la estela de quien le antecedió en el cargo. Si digo, rememorando la película, "Peor Imposible", temo que se ajusta a la realidad por encima del noventa por ciento -salvo que usted se encargue de echarlo abajo-.

No se me escapa la gravedad de la situación económica que estamos viviendo, pero bajo esa manta no se puede tapar todo, como se ha hecho. Vaya usted al grano. No es tiempo de experimentos o florituras. Ni de programas o proyectos de pasarela. Tome las medidas que nunca fallan. Esas que están más que demostradas. A saber:

Las ratios en las aulas. Nada tienen que ver los resultados (no solo las notas) de los grupos menos numerosos con los que se pasan de los veinticinco.

Las plantillas de los centros en las que ni se ha respetado el acuerdo marco.

Las sustituciones del profesorado. No pueden pretender seguir como el curso pasado, con bajas de tutores y profesores especialistas con previsión de dos o cuatro meses que nunca se cubrieron con el perjuicio evidente al alumnado, al que se le priva de un derecho y con la sobrecarga para el resto del profesorado lo que repercute negativamente en el total del alumnado del centro.

Las bajas de corta duración se cubrían de forma bastante satisfactoria con una suficiente dotación de volantes. No con cinco por provincia. Que se quieran cubrir las espaldas con instrucciones para que se organicen los horarios cara al próximo curso dejando a un profesor solo para apoyos, con el fin de que cubra las bajas que se produzcan… Y cuándo falten dos o más profesores ¿qué harán? ¿No significa eso que la atención a la diversidad -uno de los principios indiscutibles en educación- se ve relegado prácticamente a nada? Si el profesor de apoyo concentra todo el horario "libre" de los profesores, ya me dirán la eficacia en la organización del apoyo por el número de niños, distintas necesidades, diferentes niveles… que tendrá que atender y con un horario que puede -según la salud de la plantilla- se reduzca solo a lo testimonial.

Otorguen más respaldo a los centros ante la falta de respuesta de algunas familias. Si no se trabaja conjuntamente esto no funciona.

La inspección ha sido relegada a qué… ¿alguien lo sabe? Se los han saltado como norma. Y son muy necesarios. Con competencias reales. De orientación, de apoyo, de seguimiento y también de decisión.

Hay que actuar contra los profesionales indolentes. Aclaro para los indolentes que no saben que lo son, y que los hay, "indolente": aplatanado, vago, insensible, perezoso, desidioso, flojo, dejado, apático, esos que ni les duele ni les conmueve nada, que cojean o se quejan de algo dos días antes preparando la no asistencia del día siguiente, a ser posible, jueves o viernes. Contra esto hay que actuar de oficio. Para eso están las faltas de asistencia. Desmoraliza al resto saber que todo vale. Que no pasa nada.

Mirar trayectorias de bajas que se repiten año tras año y buscar soluciones. El daño es demasiado grave para mantenerlos.

Potencien las plataformas de directores y consideren seriamente sus sugerencias y peticiones. Son el contacto directo con el día a día de los centros -para unas cosas somos Administración mientras se les niega hasta poder tomar café en las reuniones que organizan, por ejemplo, en el CEP de Santa Cruz, "manda güevos", esta es de Trillo-.

Doten a los comedores de más personal y más cualificado. En esta época son una necesidad social imprescindible.

A propósito del ahorro: de donde no hay no se puede sacar. O sí. Por un lado nos reducen un 20 por ciento de los ya menguados ingresos de funcionamiento y por otro, me canso a decirlo -se lo dije directamente al "dialogante" exviceconsejero, don Gonzalo Marrero, también a través de la plataforma de directores, y no sé a qué están esperando-, consigan una tarifa plana de teléfono para los centros. Ahora todos los padres tienen móviles y se nos va sobre la cuarta parte de los ingresos en telefonía.

En definitiva, le estoy pidiendo, le estamos pidiendo, el esfuerzo en dotación humana, un cambio en el talante, necesitamos saber que nos escuchan y que nos responden habiéndonos escuchado. Hay técnicos que toman -o han tomado- decisiones de una parcialidad evidente y que actúan así amparándose en los muchos años que llevan haciéndolo y que bloquean el acceso a los responsables de rango superior probablemente porque estos se lo consienten.

Hay que bajar a la arena. Porque los que estamos en la arena estamos hasta los "güebos" o, si le gusta más, hartos de la situación y la educación, en tiempos o no de crisis es la mejor inversión.

Alucino al enterarme de que Belén Esteban puede cobrar 100.000 euros al mes por sus apariciones en televisión. No lo entiendo. Sí sé que los hechos, objetos y personas que admiramos definen la categoría de una sociedad; y que cuando no median recompensas adecuadas se reduce la posibilidad de que comportamientos admirables sean imitados. Nuestros niños y jóvenes necesitan otro tipo de ejemplos, que los animen al esfuerzo, a la cultura, al compromiso con el bien común y los alejen de la violencia -la verbal también es violencia-, la chabacanería, la maledicencia, la indolencia y la banalidad. Los profesores tenemos mucho que decir en esto pero usted, ahora, no se puede quedar atrás.

Feliz domingo.

adebernar@yahoo.es