HA CAUSADO un gran impacto en nuestros lectores la carta a Su Majestad el Rey que publicamos el pasado domingo. Una carta abierta escrita por Antonio del Pino, patriota canario residente en Londres. Podemos decir que en ella se sintetizan las peticiones que le hace el pueblo canario, en lo referente a la consecución de su independencia y su libertad, al Monarca español. Esto es así porque los argumentos expresados por Antonio del Pino son los de todos los isleños que hoy, y desde hace casi seis siglos, viven sometidos a la tiranía colonial española. También nos atrevemos a decir que son los argumentos de los peninsulares que viven entre los canarios, pero no como godos prepotentes -cual es el caso de los cuatro godos de la prensa, el bembón, el traidor, el oloroso y el tiñoso-, sino como amantes de esta tierra y de sus habitantes; como entusiastas de la cultura canaria, que están dispuestos a defender con tanta fe como los propios canarios.

LAS Islas Canarias fueron invadidas y conquistadas a lo largo de casi un siglo. Cien años durante los cuales sus pobladores presentaron una tenaz y valiente resistencia ante quienes querían robarles sus tierras, sus cuerpos y sus almas, pese a que los medios de defensa con los que contaban eran muy inferiores al acero de las espadas, lanzas, escudos y armaduras de los castellanos y de las tropas mercenarias que los acompañaban. Además, no conocían la pólvora ni habían visto los caballos. Una superioridad militar aplastante que hace mucho más meritoria la resistencia guanche. Además, no podemos olvidar que la invasión se produjo con el consentimiento de otros reyes peninsulares, antecesores en el trono, aunque no familiares, del actual Monarca español: Isabel de Castilla, fraudulentamente conocida como Isabel la Católica, pues se valió de la Santa Inquisición para librarse de sus enemigos, y su esposo Fernando de Aragón. En consecuencia, los crímenes y abusos cometidos por unos reyes deberían ser reparados por otros, con lo cual aumentaría la nobleza, que ya es mucha, ostentada por la Casa Real de Don Juan Carlos I.

URGE una reparación -que no puede ser otra que la devolución de la libertad que nos fue robada, porque el invasor español se ensañó con este Archipiélago, nos quitó nuestra cultura primitiva y la sustituyó por una cultura invasora. Y a partir de ese momento comenzó a narcotizarnos con la falsa y absurda idea de que no podemos caminar solos. En realidad, sí podemos hacerlo y muy bien, porque si se quedara en nuestro bolsillo el dinero que rapiña la Hacienda española, viviríamos como los habitantes de los países más ricos del mundo. ¿Cuántos territorios más reducidos en extensión y con menos población que Canarias son naciones independientes, con su Estado y su representación en los foros internacionales? Muchísimos. Y si ellos pueden, ¿por qué no nosotros? ¿Qué nos lo impide, salvo el egoísmo de los gobernantes españoles? Por eso hacemos nuestra la carta de Antonio del Pino. "Me dirijo con todo mi respeto a Su Majestad con el ánimo sereno y esperanzado para pedirle, por parte de un canario, que medie en el asunto objeto de esta carta con la honestidad y amor a la justicia que le caracterizan como persona de indudable valor democrático", así comienza la misiva de este canario que ha hecho -lo decíamos en nuestro editorial del pasado domingo- lo que no han hecho los falsos y deleznables, políticamente hablando, nacionalistas de CC, Paulino Rivero y sus acólitos.

"HOY, ante España y el mundo apelo a su lealtad a la justicia, al honor y a la decencia democrática de la cual es Su Majestad un gran ejemplo, para que inicie las consultas con las partes actuantes y planifiquen una agenda de descolonización de las Islas Canarias", manifiesta igualmente Antonio del Pino en su carta. "Salde el error cometido por sus antepasados devolviendo la libertad a los herederos legales de aquellos guanches que fueron masacrados. Sea usted quien reciba las gracias de los canarios por devolvernos el respeto inalienable de nuestra identidad. Ser canario, Majestad, es lo más hermoso que existe en nuestra vida; ser canario es un título y símbolo de identidad que nos pertenece; ser canario es ser libre como las olas del mar porque nuestras raíces están regadas con la sangre de nuestros guanches, toscos, incultos, si los comparamos con los adelantados de Castilla, pero con una responsabilidad tan grande con nosotros que dieron la vida luchando por mantener la libertad y la cultura que casi hemos perdido, pero era nuestra gente, y demostraron ser nuestra familia porque murieron defendiendo la libertad que deseaban entregar a cada uno de los canarios como una valiosa herencia, aunque todavía son muchos los que desprecian la historia y la sangre derramada de nuestros antepasados".

QUÉ palabras tan hermosas. Qué ideas tan sublimes. Las hacemos nuestras de principio a fin. ¿Puede alguien honrado y democrático negarnos lo que pedimos? Esperamos que esta carta se la hayan pasado a Su Majestad el Rey y que sus postulados estén ya en su conciencia. Confiamos en la razón y la humanidad del Rey para que encargue al jefe del Gobierno español que inicie negociaciones con las personas adecuadas de la Comunidad Canaria, conducentes a que estas Islas recuperen el estatus que tenían antes de la vil y homicida conquista; el estatus de una tierra libre con habitantes igualmente libres. Las personas que formen parte de la delegación canaria participantes en esas negociaciones no tienen por qué ser los políticos actuales. No pueden serlo quienes militan en el PSOE o en el PP porque, al tratarse de partidos estatistas, lo que quieren es mantener la unidad de España a toda costa, sin importarles que sigan incluidas en lo que ellos consideran su territorio nacional unas Islas situadas a 1.400 kilómetros de las costas españolas, a 2.000 de su capital y en otro continente. Qué absurdo. Si no existieran razones históricas, si no existiese incluso un mandato de las Naciones Unidas para que recuperemos nuestra libertad, si no estuviésemos obligados a conseguir la independencia para honrar la memoria de nuestros antepasados que lucharon denodadamente para no perderla, bastarían esas consideraciones geográficas para romper las cadenas coloniales con que nos ata España. Tampoco han de ser los políticos de CC quienes se integren en esa delegación negociadora, pues han demostrado que no son auténticos nacionalistas. Son bolsilleros políticos que engañan a los canarios con falsas promesas para que voten por ellos. Luego, conseguido el cargo y el sueldo, se desentienden de sus penalidades. Ni siquiera les importan las colas del hambre que el presidente Rivero, el político más déspota que han tenido estas Islas, contempla desde un helicóptero que le pagan los hambrientos con el poco dinero que les queda para alimentar a sus hijos y a ellos mismos. Qué asco nos dan estos nacionalistas. Falsos luchadores por Canarias que crean desesperanza en los isleños e invitan a los jóvenes, cínicamente, a que emigren. El despotismo de don Paulino lo conocemos por experiencia. Esta Casa ha sido víctima de sus arbitrariedades, de su ineptitud, de su rencor y de otras cosas más que de momento callamos por prudencia. ¿Quién sos tú, muchacho, para creerte lo que te has creído?

VOLVEMOS en estas líneas finales a Antonio del Pino, autor de la mencionada y necesaria carta al Rey. "Quiero decirle que la semilla de patriotismo que usted está sembrando desde hace muchos años, aunque algunas caen sobre rocas, muchas otras lo hacen en terreno fértil, donde es fácil germinar y producir", señala en un mensaje remitido al editor de EL DÍA. "Usted ha hecho que en mi corazón germine el amor a mi patria, a mi tierra canaria. Dedicaré lo que me quede de vida a explicar a los canarios por qué nos merecemos ser libres y a plantar en sus corazones esa semilla que crea la duda para después creer en la libertad. Sé que los canarios tienen un gran corazón y sólo entienden o perciben las ideas cuando es otro corazón quien les habla".

COINCIDEN todos los patriotas, porque realmente es así, en que la única salvación que tiene Canarias no es España ni su sumisión a España. Esa es una falsedad, una treta para mantenernos colonizados; para que se sigan riendo los españoles de los canarios, que no somos españoles sino bastardos españoles o ultraperiféricos europeos. Qué vergüenza ser canarios en las condiciones en las que lo somos, cuando podríamos ser dignos y muy ricos. La única salida es la independencia. El proceso hacia nuestra libertad ya no tiene vuelta atrás. El Rey, que es más inteligente que cuantos políticos lo rodean, sabrá comprenderlo e impedirá que la tozudez de muchos provoque protestas violentas en las calles. De nuevo, como al poeta, la esperanza nos mantiene.