Que al señor don Celestino Cartaya no le guste, por el motivo que sea, la palabra escrita por mí en un artículo reciente, es algo que no me preocupa demasiado. No me preocupa, en primer lugar, porque cada hombre es un mundo, y en segundo lugar porque da la casualidad de que tampoco a mí me hace mucha gracia la dichosa palabreja. Tampoco me gustan nomenclátores ni vademécums como plurales de nomenclátor y vademécum. Pero me callo. Otra cosa muy distinta es que el señor Cartaya, a quien no tengo el gusto de conocer, me asegure a través del hilo -antes se decía así-, que no hay justificación alguna para escribirla como yo la he escrito y que lo menos que debe hacerse en estos casos es preguntar a Juan o a Pedro, en el supuesto, claro está, de que tanto Pedro como Juan estén más enteradillos que uno.

Don Celestino ignora, por lo que se ve, que suelo consultar el DRAE, el Panhispánico y los demás diccionarios que tengo en casa. También lo hice esta vez, antes de escribir hiperbatones. Y como el DRAE no habla de plurales, sino que se limita a dar el significado de la palabra consultada, pedí claridad al Panhispánico. Y los señores pertenecientes a todas las Academias de habla hispana, después de soplarme al oído el significado de hipérbaton, agregan todas estas palabras tan aprovechables:

"Existe también la palabra hipérbato. Para ambas formas se recomienda el plural hipérbatos".

Ofrece luego un par de ejemplos, con lo que puedo decir aquello de "aquí paz y en el Cielo, gloria". O sea, que todos los académicos de Perú, Nicaragua, Guatemala, Chile, Panamá, Argentina, Filipinas… se limitan a recomendar; no prohíben. Y como suelo decir cartones, nipones, camaleones, saxofones y butacones porque los singulares de estas palabras terminan en consonante -n- pues…¡ya está! No me gusta ya lo he dicho antes, pero decir hipérbatos me parece una salida de tono. Así que don Celestino Cartaya me perdone y elija el camino que le parezca más cómodo. Está en su perfecto derecho.

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No sé si fue la voz de doña Chabela (¿Chavela?) Vargas o la de doña María Dolores Pradera la primera que llegó a mis oídos para que yo pudiera enterarme del significado de la palabra lisura. Cantaba, una de las dos señoras, esa maravillosa canción titulada "La flor de la canela". Y como este articulista que ahora les habla no tenía idea de tal vocablo, volví a los diccionarios para ver de qué iba la cosa.

¿Recuerda usted, amigo lector, la impresión que sufrió la primera vez que se encontró con la palabra lívido? ¿Recuerda que, además de amoratado, significa también lo contrario, o sea, pálido? ¿Y tampoco recuerda usted la sorpresa que otra palabra -álgido- le hizo el mismo efecto? Esta última voz significa, los lunes, miércoles y viernes, una cosa así como frío, glacial, helado… mientras los martes, jueves y sábados se va al lado contrario para significar lo más alto, lo más fuerte, lo más caliente de una discusión. Todavía no sé cuál es su significado los domingos. Pues todo esto, amigos, me ha pasado con lisura. En España puede significar superficie lisa, sin asperezas; también significa ingenuidad, sinceridad. Pero si se le ocurre a usted viajar a la América Hispana, notará que el lío es enorme. Porque si está uno en Bolivia, Ecuador, Honduras… la palabra lisura es una palabrota, grosera e irrespetuosa. En Nicaragua, sin embargo, quiere decir atrevimiento o desparpajo. Finalmente, en Perú, donde la gente debe ser muy educada y elegante en el habla, la palabra en cuestión quiere decir gracia o donaire.

Después de todo esto, ¿quiere don Celestino Cartaya que yo diga hipérbatos, en lugar de hiperbatones? (Me apresuro a aclarar que no sé si, muy recientemente, ha dado nuevas normas la Academia. Caso de que así fuera, me dispondría a respetarlas inmediatamente).

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He dejado escrito aquí, más de una vez y más de dos que, mientras Andrés Chaves me acompaña a la hora de colocar acento gráfico en la palabra Abréu, su compañero de página, el señor Peytaví, pasa de largo en la cuestión. Pero todo llega en la vida.. En su artículo del pasado día 3, titulado "Sentencias de infarto", se ocupa don Ricardo de un señor llamado don Vicente Andrepéu. Tal apellido aparece allí con su hermosa tilde. Me gustaría saber qué diferencia nota el señor Peytaví entre el apellido de don Vicente y el del ex alcalde de Buenavista.