HOY TENGO, contrariamente a lo que suele ocurrirme, varios temas que tratar. Perdón: he querido decir asuntos , porque según me aseguran los que saben de estas cosas, es más amplio, más profundo y más trascendente que el asunto, una especie de anécdota que se cuenta sin más, como para pasar el rato. Llámenlo ustedes como gusten. No seré yo quien se enfade por tratar tan superficial cuestión. Adelante, pues.

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Solemos reunirnos en la plaza un grupo de amigos para hablar de lo divino y de lo humano. Mis amigos viven en Santa Cruz, pero vienen cada semana a la Villa de su nacimiento y la tertulia nace espontáneamente. Y nos contamos cosas de acá, de allá y de acullá. Sobre todo de acullá, porque el pueblo nos lo sabemos de memoria. Por si no fuera suficiente, entre frase y frase, queriendo o sin querer, nos enteramos de lo que se habla en las mesas de al lado, aunque no siempre. Porque hay gente educada que habla en voz baja. Como debe ser.

El pasado sábado estaban cerca de nosotros dos señoras y un señor forasteros. Él leía, de pe a pa, "El País". Las señoras hablaban de sus miedos.

-Cuando gobernaba Felipe González, aunque me caía muy mal porque presumía de sabelotodo, yo no tuve miedo. Tampoco con Aznar, que era un tanto aburrido. Cuando comenzó el inepto José Luis Rodríguez Zapatero, y hasta hoy, tampoco me he asustado a pesar de sus disparates. Pero ahora manda Rubalcaba y a ese sí que le temo porque...

-¿Por qué?

-Porque lo creo capaz de hacer o dejar hacer cualquier barbaridad para salirse con la suya. El llamado día de reflexión de hace cuatro años y el de ahora parecen decir muchas cosas. Y mi padre me ha dicho que se acuerda muchas veces de lo ocurrido entre 1931 y 1936. Y yo, la verdad, no sé lo que quiere decirme mi padre.

-¡Pues deja los comentarios que estás haciendo y olvídate del pasado! -dijo a la señora el que parecía ser su esposo, aunque vayan ustedes a saber.

Se enfrascó de nuevo el señor en su lectura y ellas pasaron a hablar de modas.Yo no me hubiera enterado de tales asuntos si cada cual hubiera bajado un poco la voz.

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Ya saben ustedes que El Día nos ofrece cada domingo un espacio titulado "El debate de la semana". El pasado 19 de junio se trató allí de los problemas sin resolver en estos más recientes cuatro años, tan convulsos, tan sorprendentes y tan… digamos graciosos. Uno de los contertulios, don Manuel Fajardo Palarea aseguró: " En esta legislatura no se ha cumplido la máxima de Rivero de igualar a las Islas en derechos efectivos". Como no conozco al señor Palarea, no sé si vivirá en una de las islas que se conocen como menores, y que no sólo lo son por su tamaño. En todo caso, no se precisa salir de Tenerife para observar los desequilibrios. Yo vivo en Garachico y durante los catorce años más recientes -¡catorce!- no hemos tenido médicos los sábados ni los domingos. Que se haya ahogado un visitante cerca del Charco de las Lisas precisamente por tal motivo no parece que tenga importancia. Así que el señor Palarea me parece un tanto quejica. ¡Tranquilícese, hombre!

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El señor Bermúdez, en contra de mis deseos, ha conseguido sentarse en el sillón municipal de Santa Cruz. La noticia me preocupa hondamente aunque no soy, gracias a Dios, súbdito suyo. Yo vivo acá y él vive allá. Mi miedo al señor Bermúdez no tiene parecido al de la señora que teme a Rubalcaba. A mí me preocupa que don José Manuel le proponga a su jefe, don Julio Pérez, aquella invención suya de suprimir todos los ayuntamientos, menos el de Santa Cruz. Los muchachos recién salidos de la pubertad suelen ser muy atrevidos. Confío en la mesura de don Julio

Para los mal pensados aclararé que nunca he sido socialista. Ahora, tampoco. Pero a los muchachos impulsivos hay que frenarlos. Y pienso que don Julio lo hará.

Se me quedan sin tratar varios asuntos. Pero no es cosa de apabullar al lector con una serie de anécdotas, todas relacionadas con la política. ¿De dónde me habrá brotado hoy esta gracia?