HACE poco más de dos años (09-05-2009) publicaba en esta columna unas reflexiones sobre el quehacer de la SGAE en cuanto a "institución u órgano ejecutivo con tanta o más fuerza recaudatoria que el mismísimo Ministerio de Hacienda". Y preguntaba entonces: "¿Ostentan acaso delegación del Gobierno a tal fin? ¿Acaso la detentan por permisividad o genuflexión del presidente del Gobierno ante tal lobby?". Menester es recordar que los del signo de la ceja circunfleja tuvieron mucho protagonismo en las elecciones de 2008.

Eran tiempos en que vinimos a conocer cómo los "recaudadores" de la SGAE se personaban en cualquier acto público (bodas, bautizos, conciertos benéficos…) reclamando el pago o el apagón. Y lo hicieron, incluso, en un concierto benéfico a favor de un niño aquejado de síndrome de Alexander, en el que cantaba gratis total David Bisbal. Eran también los tiempos en que la SGAE y el Gobierno nos tildaron de potenciales defraudadores al imponernos el canon. Y por todo ello, y otros impuestos, me permití llamarles en otro artículo (20-06-2009) "Salteadores de caminos". Fue a consecuencia de este último artículo que, en las primeras horas del lunes siguiente (22-06-2009), recibí en mi domicilio llamada de la SGAE. El jefe del gabinete de prensa me daba una serie de explicaciones y me decía que a Teddy Bautista le había disgustado mucho lo que había escrito sobre él en dicho artículo.

La verdad es que, a pesar de lo que escribí, no se me ocurrió pensar en momento alguno que dentro de la SGAE ocurriese lo que ahora estamos conociendo. Pensaba yo que aquellas, consideradas por mí, malas artes recaudatorias no tenían otro fin que proteger los derechos de tantos autores pertenecientes a la SGAE (no sé yo si voluntariamente, u obligatoriamente como ha venido sucediendo a los empresarios con las Cámaras de Comercio), aunque algunos autores han renegado de tales prácticas, como, por ejemplo, don José Luis Sampedro. Y lo que me parecía a mí una práctica del "Tempranillo" o de "Luis Candelas" para allegar fondos a sus asociados, ha venido a resultar que era para allegar fondos a los "jefes de la partida". ¿Qué pensarán ahora aquellos "recaudadores" que tenían que enfrentarse con la gente a quienes reclamaban el diezmo, o el apagón, y, como se suele decir, les daban la tarde o la noche que acababan de iniciar? Con los consecuentes que se vienen descubriendo, ¿no deberían pedir perdón a aquellos a quienes amargaron la fiesta?

La corrupción se ha enseñoreado en este país nuestro llamado España. Y tanto más grave cuando lo ha sido de la mano de gobiernos socialistas que anunciábamos otros comportamientos bien distintos. Aunque solo fuese por esto, merecéis el calificativo.