DE LA INTERVENCIÓN de Ana Oramas en el Congreso de los Diputados de la semana pasada sólo se habló de la amable despedida al presidente ZP. Pobre hombre, designado chivo expiatorio para todo el país y para parte de su partido, con cuyo sacrificio "muchos creen que lavaremos nuestros pecados de ambición desmedida, de locura económica o de falta de previsión", según palabras de la propia diputada por CC en su comparecencia matinal.

El discurso de Oramas fue brillante, mujer de Estado, aprovechó su oportunidad para repartir estopa a tirios y troyanos; espetó a la Cámara contundente que España necesita que le digan a la cara "que para salir de este pozo en el que estamos hace falta un esfuerzo y un sacrificio colectivos". Trasladó responsabilidad de los ciudadanos, que la tenemos, pero no rehuyó la autocrítica: "Los últimos años que hemos vivido nos dejan un país en el que mucha gente no cree en las instituciones, un país en el que los políticos somos considerados como una casta de irresponsables, privilegiados o simplemente incapaces". "Chapeau". Quizás, en sus escaños, sus señorías se retorcieron avergonzados.

"Los ciudadanos deberían saber, señor Zapatero y señor Rajoy, que su incapacidad para entenderse le cuesta mucho dinero al contribuyente"; "la política es la síntesis de pensamientos diferentes y la hemos convertido en la antítesis de los discrepantes"; "aquí se puede venir a dos cosas, a hacer política o a hacer futuro y hay momentos en los que hacer las dos cosas es incompatible"; "estamos en bancarrota democrática".

Y en plena exaltación de la improrrogable regeneración de la gran política nacional, Oramas aterrizó sin paracaídas en la cruda realidad de sus votantes y le recordó al presidente que no podía olvidarse de la rehabilitación de Las Chumberas: "¿Dónde está Las Chumberas?".

Si en España -que aspiraba no hace tanto a estar entre los elegidos del G8- un pleno del Congreso y el señor presidente en persona tienen que ocuparse de estos asuntos, muy mal andamos, sin entrar a valorar el problema y, con todos mis respetos, la preocupación de los vecinos. Demuestra, sin embargo, cómo considera CC a su socio parlamentario: ¿qué hay de lo mío?

No tenga dudas, señora Oramas, en su intervención apostaba por hacer futuro, perfecto, hágalo, pero no renuncie a hacer política, política de altura, la política de hoy que condiciona lo que ocurra mañana.

En la defensa de los intereses de Canarias, en la defensa de nuestro propio proyecto país, cabría preguntarnos dónde están los otros catorce diputados en Cortes y por qué se trata nuestras cosas con tan escasa vehemencia. Habrá que actuar. En breve podremos cambiar de jugadores.

www.pablozurita.es