Qué casualidad que poco antes, apenas unas horas antes, de que Alberto Oliart anunciase su dimisión como presidente de RTVE, empezara a circular la noticia de que la cobertura técnica del programa "Las Mañanas de La 1" le ha sido adjudicada a una empresa cuyo administrador único es Pablo Oliart, hijo de Oliart padre. Para no variar. ¿Escapa alguien de la quema en este país? Abraham fue incapaz de hallar a diez hombres justos que evitasen la destrucción de Sodoma. ¿Podemos encontrar en España al menos cinco que no practiquen con ahínco, y con total descaro, la filosofía del coge el dinero y corre?

Lo de RTVE lo dejo aquí porque empezar supondría no acabar en muchos folios y el espacio disponible no da para más. El caso es que muy cerca de RTVE está la SGAE; no en chanchullos, que eso no lo he escrito, pero sí en el hecho de que ambas entidades están inmersas, cada cual a su manera, en el mundo del espectáculo. La SGAE; antes la Sociedad General de Autores Españoles y ahora la Sociedad General de Autores y Editores. El árbol caído del que todos hacen leña en estos momentos. Aunque mejor sería hablar de un árbol con nombre y apellidos: Teddy Bautista.

Entre los abusos de los que se acusa a la SGAE está el cobrar el canon por derechos de autor en bautizos, primeras comuniones, bodas y otras fiestas familiares. Me pregunto si los refrescos, el vino, la comida y hasta los confetis que se consumen en tales celebraciones son gratis. Más bien no. Sin embargo, en este país muchísima gente sigue convencida de que muchísimas cosas son gratis. Por ejemplo, la cultura; incluida en ella la música, el cine, los programas de ordenador... A poco que nos pongamos a pensar, nos tienen que resultar patéticas las quejas de muchos jóvenes universitarios por la carencia de empresas tecnológicamente desarrolladas; empresas en las que pueden trabajar al concluir sus estudios. Patéticas porque durante bastantes años esos jóvenes han estado descargando gratis de la Red todo lo susceptible de ser pirateado. Productos -ya sea cine o software- generado por compañías que deben pagar sueldos y realizar cuantiosas inversiones para situarse en la tecnología de vanguardia. Sobra añadir cuál es el futuro de tales empresas sin los ingresos por la venta de sus productos; es decir, cuál es la posibilidad de que empleen a la generación mejor preparada. Lo cual, dicho sea de paso, es un discutible eufemismo o una colosal mentira.

La SGAE de Teddy Bautista ha intentado poner orden no en todo este despropósito, porque eso es imposible, pero sí al menos en el solar de la producción musical; en el de la audiovisual, si generalizamos. Un anhelo elogiable, qué duda cabe. Ocurre, empero, que como aquí o calvos o con dos pelucas, de instaurar un justo canon para que el autor de una canción cobre por su trabajo se pasó, en menos tiempo del que se tarda en decirlo, a cobrar por todo; hasta la memoria del ordenador en que escribo este artículo paga el canon, aunque no hay en él ni una foto que no haya tomado con mi propia cámara; que también lo paga, no lo olvidemos. El resto en el asunto de la SGAE es una simple consecuencia de pensar que lo que está en España es de los españoles y, por lo tanto, mío. Ay, Teddy.

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