LA UNESCO ha estudiado diez caracteres que son los que definen a una colectividad como pueblo; sin embargo, esto, que pudiera extrapolarse a las naciones que por el mundo se desarrollan, se queda ciertamente corto.

Los pueblos están dimensionados en un espacio concreto geográfico, con unos ritos específicos, diferenciadores, que los hacen distintos entre sí. Los pueblos, aun desde una cultura compartida, pueden hacer y producir mitología, y desde un quietismo secular pensar en ir más allá, en romper cercos imaginativos hacia la búsqueda de su razón política, que en realidad debe ser su razón de ser, y convertirse en naciones.

Los pueblos, y hay innumerables en el planeta, están alerta de su desarrollo, y muchas veces este llega motivado por circunstancias externas a ellos que hacen que se despierten de sus modorras de siglos y asuman dentro de sí que hay que ir a más, que hay que romper círculos, estirarlos hacia el encuentro con el poder para desde ahí lograr un nuevo estatus, una nueva condición, que es la de nación.

La nación es un paso hacia adelante; y generalmente se da ese paso cuando las condiciones, en este caso las individualidades sumadas en muchos, decidan que sea así. No aparece en el escenario de un pueblo una determinación concreta de querer arrumbarlo hacia aquí y hacia allí si no es porque existe una gran motivación, un impulso que se ha venido gestando en la conciencia de la mayoría y que un día, cualquier día, casi sin esperarlo eclosiona, se planta en un nuevo escenario y a partir de entonces aquel pueblo que vivía dentro de las posibilidades que le daba su situación concreta, y que estaba ahí porque la naturaleza así lo dispuso, entra en una nueva dimensión camino de una estructura motivadora.

Decía un politólogo que un hombre sin sombra es un hombre sin nación. Y es verdad. Un hombre que vaga por un determinado territorio ensimismado en las vicisitudes de las dificultades de su existencia, ya sean económicas o lúdicas, y no sea capaz de ir más allá, de comprometerse políticamente con ese territorio, será eso, un hombre sin sombra, un hombre delgado, imperceptible, que no sirve para dar rienda suelta a un sentimiento colectivo de preocupación constante por un territorio y al deseo ese que se pretende hacer realidad empujando su sombra hacia adelante, en una carrera constante que pretende concluir en la consolidación de un territorio como otra cosa, como un pueblo que se ha hecho, como una nación que empieza y que desea que se concluya desde la razón y desde el impulso que entre todos son capaces de ofrecer.

Y en ese escenario de nación ya dos hombres se reconocen y son capaces de compartir cualquier contratiempo o razonamiento si creen firmemente que pertenecen a la misma nación, si no se ven como extraños, si no se miran con el rabillo del ojo. Desde ahí, compartiendo la misma cultura, imbuyéndose de la misma historia y con las pretensiones de modificarla, no solo con el impulso, sino con la concienciación, es ese el camino; y si se anda por él se habrá dado un paso de gigante a la realidad de la nación.

Los hombres hacen a las naciones, y no al revés; los hombres son los constructores de las convicciones, de las fidelidades y solidaridades. Sin hombres capaces de ordenar todo esto y hacerlo un todo, los pueblos, las naciones se quedarán empantanadas y a la espera de que eso sea así; de ahí que muchas veces las prisas son malas consejeras; las improvisaciones, igual. Todo debe estar perfectamente amarrado, asimilado, no lejos de nosotros, sino en la más concreta intimidad de la gran mayoría.

Ese es el camino de las naciones que trascurren por el mundo, y ese debe ser el camino que debemos recorrer en Canarias para darle satisfacción a un territorio que está a la espera, y a una colectividad si es que desea ir por ahí. Sin olvidarnos de Hegel, que llegó a manifestar: "Es posible que las naciones tengan que recorrer una larga historia antes de llegar finalmente a su destino: el de constituirse en Estado". Acortar los tiempos es tarea de todos, y más de los que transitamos por el nacionalismo canario.