1.- Carlitos Sosa, ese chico que malvive con un confidencial en Las Palmas, tiene cara de querubín de Murillo. Lo digo porque siempre me ve a mí como un paquidermo. Posiblemente los dos tengamos razón. Aclararle una cosa. Me falta un año para la jubilación: la gran fecha llegará el 16 de agosto de 2012. Me falta un año para mandar a la mierda a toda la porquería de esta profesión y de esta actividad, incluido tú, Carlitos. Así que no tengo la más mínima aspiración a dirigir ni éste ni cualquier otro periódico, por otra parte en muy buenas manos en el caso de EL DIA. Le diré también a este pedazo de tolete que yo no me desmarco de nada, que tengo muescas en el culo de defender lo que creo justo, que no me escondo, que digo y he dicho lo que me da la gana, siempre que me lo permitan en el medio en el que trabajo, y que también me callo lo que me sale de los bajos. Y que cuando no me sienta libre en un sitio, me voy, como me he ido de varios. Puedo, incluso, en el uso de mi libertad, ignorar datos más que vergonzosos de las familias de quienes me vituperan. Porque España y yo somos así, Carlitos, querubín, amor.

2.- Así que veo, con disimulado jolgorio, que tú no hablas ya mal de Paulino Rivero (por cierto, es mi amigo), ni de la peineta de su esposa, Ángela Mena (por cierto, es mi amiga), ni de los gastos suntuarios de palacio, ni de toda la monserga, la mentira y la mala baba que has destilado en el pasado; ¿quizá porque has logrado una emisora de tantos kilowatios que llegarías a Sudáfrica, en el extraño, absurdo y descabellado reparto regional? Ni tú, querubín, ni todos los angelotes de Murillo, son suficientes para enemistarme con mis amigos o para obligarme a escribir a favor o en contra de ellos. Yo soy dueño de mi voz y de mi silencio. Siempre lo he sido. Lo demás es leyenda. Y estoy orgulloso de ser leyenda, no creas.

3.- Así, querubín, que no me toques las pelotas, porque aunque tengas al asesor jurídico en casa, yo no temo a nada ni a nadie en esta profesión. Sólo me jodería morirme sin escribir mis memorias, en las que tú no aparecerías, por insignificante. Una vez dije que no me interesa contestar tus improperios, tus pataletas de niño chico y tus crónicas de la nada. Porque ni siquiera te conozco personalmente, no recuerdo haber cruzado contigo, querubín, ni una palabra. Pero he aquí que, dadas las circunstancias, me he animado. Y en cuanto a la conexión Tejeda-La Gomera, qué simple eres, querubín. No tienes ni puta idea. Ni tú ni tus despistados informadores. Hasta nunca, hermosura. Y recuerdos en casa.