Leemos una noticia en un periódico español que nos llena de tristeza: "El número de emigrantes isleños crece casi un 50% durante la crisis". Nos preguntamos si no estamos ante una nueva diáspora. Indudablemente, sí. ¿Y quién es el responsable? Pues uno de los dos perdedores de las últimas elecciones: don Paulino Rivero. Un político nefasto, bajo cuyo mandato en Canarias se ha vuelto a padecer un hambre que no conocíamos desde los tiempos del general, y que se ha unido al otro perdedor para seguir como presidente del Gobierno en contra de la voluntad popular. Ha buscado el líder de CC apoyo en un Partido Socialista que se ha caracterizado por hundir a España en el más negro de los abismos, pero allá España y los españoles. A nosotros lo que nos importa es nuestra tierra canaria, que sigue esclavizada casi seis siglos después de que comenzara su inhumana conquista. ¿Y por qué?, nos preguntamos un día más. Y la respuesta siempre es la misma: porque los nacionalistas de CC, con Paulino Rivero a la cabeza, han traicionado la confianza que los canarios depositaron en ellos para que los liberaran de la esclavitud colonial.

Lo reiteramos: quien perdió las elecciones no puede volver a ser presidente. Los canarios y los extranjeros que viven en Canarias, entre los que incluimos a los españoles porque en estas Islas, que no son parte de España, los españoles son extranjeros, merecen que se les trate con decencia y que se les dé el bienestar que necesitan. Un bienestar que no puede proporcionarles don Paulino, pues lo que ha hecho pactando contra los intereses de Tenerife y de Canarias es una desvergüenza política. Su conducta no se debe a una voluntad de servir al pueblo, sino de estar bien él mismo; es decir, don Paulino Rivero actúa por egoísmo político. Por eso, si no se enmienda en todas sus atrocidades políticas, hay que desterrarlo para siempre de esta tierra porque es un peligro público. El pueblo canario no puede vivir encerrado y mucho menos encerrado y amenazado.

Decíamos en unos recientes editoriales que el pueblo soberano de Canarias, consciente o inconsciente, despierto o dormido, agotado entre trampas, estrategias y abusos políticos del más poderoso sobre el más tímido, ha decidido quiénes serán sus políticos autonómicos, insulares y municipales para los próximos cuatro años. Decimos sus políticos y no sus gobernantes porque serán los diputados regionales, como lo han sido los consejeros de los cabildos -aunque cada cabildo lo preside, por ley, el cabeza de la lista más votada- y los concejales de los ayuntamientos los que han decidido, los que han decidido de espaldas al pueblo pues el ciudadano no volverá a ser consultado hasta las próximas elecciones, quiénes son las autoridades que nos van a gobernar.

A esta tarea de conculcar la voluntad popular expresada en las urnas está dedicado en estos momentos don Paulino Rivero. Se empecina el candidato a la presidencia de que sigan los mismos perros con los mismos collares; ni siquiera con collares distintos. El sistema electoral que tenemos es injusto -lo decimos un día más- pero más injusto aún es que no presida el Gobierno de Canarias quien ha ganado las elecciones. Un Gobierno que no nos sirve pues se sustenta en el hecho, falso de toda falsedad, de que Canarias es una comunidad autónoma española, en vez de un país colonizado; una vulgar colonia que lo seguirá siendo porque un niño de papá político, en cuyas manos ha dejado don Paulino la facultad de cometer una de las mayores tropelías que se recuerdan en las Islas, quiere pasar a la historia como el reformador del Estatuto de Autonomía. Semejante machangada. Ese Estatuto sólo sirve para prolongar nuestra dependencia colonial. Culpable: don Paulino Rivero.

Acabamos con otra noticia del mismo periódico español del que tomamos la que nos dio pie a este comentario: las tremendas injusticias de la Justicia. Podríamos decir que nos alegra decir que no somos los únicos en sufrir sentencias injustas, pero no sentimos alegría sino pena. Es triste que por culpa de unos pocos jueces que actúan de forma vengativa quede en entredicho una institución tan importante como es el Poder Judicial, máxime cuando la inmensa mayoría de quienes forman parte de él actúan con una rectitud intachable. No serán, ni mucho menos, esos los jueces y magistrados que tengamos en Canarias cuando alcancemos, irremediablemente porque el proceso que nos conduce a la independencia ya no tiene vuelta atrás, nuestra condición de nación soberana y con Estado.