ENFRASCADOS en el rifirrafe político de la materialización de los gobiernos necesarios para la dirección en las diferentes administraciones locales, insulares y autonómicas, conviene no perder de vista que, bastante más allá de los personalismos, el momento actual exige urgentemente fuerza y determinación redoblada para manejar el timón económico. Probablemente nunca había estado tan claro el objetivo prioritario a abordar en cada ayuntamiento, en cada cabildo o en el Gobierno de Canarias. En todas las áreas. Cada cual, en su ámbito de actuación, tiene una tarea muy definida a confirmar en el próximo periodo. Buena gestión. Gestión real ya.

En teoría, y partiendo de la honestidad que se les supone, lo primero sería hacer frente a la contradicción entre cortar de raíz los gastos públicos, aunque a la vez -y esto segundo es más complicado que lo primero- manteniendo o incrementando el mimo a los tejidos productivos de cada zona, de cada comarca, de cada isla, del archipiélago. Intentando facilitar las cosas y no complicarlas más, sin caer en la tentación de meter la "tijera a lo bestia". Ya no podemos perder ni una empresa más, ni una explotación más, ni un negocio más, ni un camino económico más; debería ser la hora de los que se mueven y de los que tiran pa''lante. La mayoría de lo que se sostiene después de tantos años de vacas flacas ya podría ser rentable en las condiciones normales que todavía no se dan y que se supone volverán más pronto que tarde.

El trauma que tenemos es que no hay financiación, no hay demanda, no hay confianza, no hay iniciativa, y justamente es lo que no podemos aceptar, que siga deteriorándose lo poco que nos queda con la nueva guadaña de la siega indiscriminada en los gastos del sector público. Digo que se impone el doble ejercicio, recortando pero potenciando la hierba.

Cuando hay dinero es relativamente sencillo; sin dinero lo único que se puede hacer es optimizar al máximo aumentando, sean cuales sean las siglas que se impongan en los pactos de cada sitio, la eficiencia, la eficacia o la efectividad.

Podemos definir la eficiencia como la relación entre los recursos utilizados en un proyecto y los logros conseguidos con el mismo. Se entiende que la eficiencia se produce cuando se utilizan menos recursos para lograr el mismo objetivo. O al contrario, cuando se logran más objetivos con los mismos o menos recursos. Ejemplo: se es eficiente cuando en doce horas de trabajo se hacen cien unidades de un determinado producto. Se mejora la eficiencia si esas cien unidades se hacen en solo diez horas o se aumenta la eficiencia si en diez horas se hacen ciento veinte unidades. Estamos haciendo, pues, un uso eficiente de un recurso (tiempo). Respecto a la eficacia, podemos definirla como el nivel de consecución de metas y objetivos. La eficacia hace referencia a la capacidad para lograr lo que nos proponemos. Ejemplo: nos hemos propuesto construir un edificio en un mes y lo logramos. Fuimos eficaces, alcanzamos la meta. La eficacia difiere de la eficiencia en el sentido de que la eficiencia hace referencia a la mejor utilización de los recursos, en tanto que la eficacia hace referencia a la capacidad para alcanzar el objetivo. Podemos ser eficientes sin ser eficaces y podemos ser eficaces sin ser eficientes. Lo ideal sería ser eficaces y a la vez ser eficientes. Se puede dar el caso de que se alcanzó la meta de construir unos túneles en un mes tal como se había previsto (fuimos eficaces), pero para poder construirlos se utilizaron más recursos de los calculados (no fuimos eficientes). Caso contrario: se utilizó un 10% menos de los recursos para construir los túneles, pero no se logró terminarlos en el plazo previsto (fuimos eficientes pero no eficaces). La efectividad, por su parte, es la capacidad para lograr el efecto deseado, esperado o anhelado: matar una mosca de un cañonazo es eficaz (o efectivo, porque conseguimos el objetivo) pero poco eficiente (se gastan recursos desmesurados para la meta buscada).

Stephen Covey define la efectividad como el equilibrio entre la eficacia y la eficiencia, entre la producción y la capacidad de producción. E= P/CP. Para ello se basa en la fábula de Esopo "La gallina de los huevos de oro", comparando los huevos de oro con la producción y la gallina con la capacidad de producirlos.

La teoría es incuestionable, aplíquenla.

infburg@yahoo.es