¡POR SI FUÉRAMOS pocos parió la abuela!, suele decirse cuando estando en una mala racha se van acumulando los problemas y todo sale mal. Pues eso es exactamente lo que nos pasa desde hace años a los españoles, que no paramos de llevarnos disgustos entre el paro, el déficit, la deuda, la quiebra de los sectores estratégicos, la amenaza de intervención y ahora la crisis del pepino. Es como si alguien nos hubiera echado un mal de ojo o hubiera una conjunción planetaria para que todo nos vaya de mal en peor. Según yo tenía entendido, desde hace años y gracias a la llamada "trazabilidad", el consumo alimentario era seguro, ya que se puede hacer un minucioso seguimiento de cualquier producto, desde la explotación hasta la venta en la tienda. Si es así, si desde que el pepino se cultiva en la mata hasta que lo consume una persona, prácticamente se puede averiguar el recorrido, ¿cómo es posible que se culpe sin más a los productos españoles de ser los culpables del temido E Coli?

Dicen los agricultores, con toda razón, que el Ministerio de Sanidad debería haberse puesto las pilas para saber en qué fase de la cadena agroalimentaria se ha producido la contaminación bacteriana, y se quejan amargamente de que el gobierno haya tardado tanto en pedir explicaciones en la Unión Europea de por qué cargan "el muerto" a nuestros productos cuando eso no está ni mucho menos demostrado.

La realidad es que "unos por otros la casa sin barrer", y aunque no ha habido una acusación formal contra España y no se pueda demostrar con pruebas concluyentes la responsabilidad española en la epidemia, lo cierto es que el hecho de que una simple consejera de Salud de Hamburgo nos acusara alegremente ha provocado un bloqueo ilegal de varias fronteras a nuestros productos y la ruina de un sector que está sufriendo pérdidas de doscientos millones de euros por semana, ¡toma ya!

El efecto dominó ha sido inmediato y no solo se están viendo afectadas las exportaciones de pepino, sino también de otras frutas y hortalizas, con lo que las consecuencias en el corto y medio plazo serán sin duda desastrosas.

El abuso de Alemania en este tema salta a la vista. Primero porque se ha saltado todos los protocolos comunitarios inmovilizando nuestras partidas de hortalizas, y segundo porque ha creado un estado de pánico incontrolado donde todos nos señalan con el dedo acusador. Que otros países como Bélgica, Austria, la República Checa, incluso Rusia, hayan hecho lo mismo es la consecuencia de una reacción tardía de nuestro gobierno, ensimismado como está en sus cuitas internas. Es verdad que con la salud no se juega, y que ya hay quince muertos por la bacteria y más de mil afectados -incluso se ha detectado un caso en nuestro país de una persona que curiosamente acababa de volver de Alemania-, pero si al final se demuestra que el origen no ha estado aquí, ¿cómo se podrá resarcir a España de las pérdidas millonarias en euros y en empleos?

Los exportadores agrícolas han reclamado una intervención inmediata del presidente Zapatero por tratarse de "un problema nacional que debe ser resuelto nacionalmente" y que se le exija a Alemania de forma contundente que concluya la investigación, y tienen toda la razón. Solo que las cosas de palacio van despacio y el gobierno tiene tantos incendios que apagar que al final todos les terminan estallando en las manos. Los más ricos y poderosos de Europa no solo pretenden dirigir nuestra economía a su conveniencia, sino que además nos pretenden cargar los muertos que hagan falta. Total, desprestigiarnos les sale gratis y una cosa más a resolver con talante, con mucho talante, aunque el talento brille por su ausencia.