CONFESAMOS a los lectores de EL DÍA que iniciamos este comentario sin saber qué calificativo emplear para el espectáculo que estamos presenciando. ¿Vergonzoso, infame, lamentable, triste, irritante, inadmisible? ¿Qué calificativo podemos darle a un señor que pretende volver a ser el presidente de todos los canarios mendigando su designación en Las Palmas y en Madrid? Porque es el líder regional del Partido Socialista, aunque haya perdido, quien decide si el señor Rivero es finalmente el presidente del Gobierno autónomo, o no. Aunque en realidad la decisión no se toma ni siquiera en Las Palmas, pese a que esa circunstancia ya sería grave en sí misma, sino en Madrid. Es un políticamente depauperado Rodríguez Zapatero -al que ya, harto de sus torpezas y engaños, se le ha sublevado el propio Partido Socialista- quien determina en última instancia la presidencia del Gobierno de Canarias. ¿Tenemos o no tenemos razón cuando decimos que las decisiones importantes para estas Islas no se adoptan aquí sino en Madrid, nada menos que a 2.000 kilómetros de distancia? ¿Hay algún macho que nos pueda rebatir, y lo decimos con perdón para los lectores a los que no les gustan los lenguajes subidos de tono, que somos una vil colonia gobernada desde la nación que nos coloniza? ¿De qué le sirve a Canarias tener dos capitales -una, la tinerfeña, auténtica; la otra, la de la panza de burro, inventada- si sus asuntos se resuelven en la capital de su metrópoli?

Un día más tenemos que citarlo, don Paulino. ¿No le da vergüenza tener que esperar la venia de Madrid para ser presidente? ¿Se imagina usted que le hicieran eso al candidato a presidente de Cataluña o al candidato a lehendakari? Si eso ocurriera la gente se echaría a la calle en Cataluña o Vasconia y se produciría una revuelta de difícil sofocación por parte de las fuerzas de orden público. Y si eso ocurriría en dos regiones secesionistas pese a formar parte de la península española, ¿por qué no sucede lo mismo en Canarias, que es una colonia situada nada menos que en otro continente? Pues por algo que hemos dicho muchas veces: porque llevamos casi seis siglos narcotizados por los españoles. Nunca predicaremos la violencia. Al contrario, reafirmamos un día más nuestro pacifismo. Sin embargo, que no se engañe nadie: el pueblo está callado pero harto. Harto de los políticos que lo gobiernan, no de alimentos porque, desgraciadamente, ese pueblo esquilmado pasa hambre. Porque en realidad esos políticos no gobiernan, como ellos dicen, sino saquean sus recursos o permiten que lo haga la Hacienda española. Por eso el día menos pensado la indignación popular explotará como un volcán y ya será tarde; será tarde porque se producirá una violencia en las calles que no deseamos. Al contrario, nos entristecería mucho una reacción como esa, pues siempre hemos apostado por conquistar nuestra libertad de forma pacífica. Ya bastante violencia hubo en estas Islas cuando se produjo la conquista genocida.

Hemos hablado de situación vergonzosa, infame, lamentable, triste, irritante e inadmisible entre otros calificativos. ¿Y cómo calificamos a la petición del quíquere Perestelo pidiendo en Madrid, en el Congreso de los Diputados con luz y taquígrafos, que el PSOE cumpla sus acuerdos con Canarias y haga presidente al señor Rivero? Un nacionalista suplicando algo para su tierra, en vez de exigir una independencia que pondría fin a tanto esperpento. Esto hay que verlo para creerlo. ¿Cómo nos van a respetar en Madrid con tantas humillaciones?

Si alguien piensa que tenemos otra opción distinta a la independencia, se equivoca. No existe otra forma de salir de la crisis en la que nos ha sumido España y su gobierno socialista que la libertad y la libre disposición de nuestros recursos. No hay otra manera de acabar con la desvergonzada orgía política a la que asistimos estos días que sustituir la morralla actual -lo hemos señalado muchas veces- con nuevos hombres y mujeres pendientes del bienestar del pueblo y no de lo abultado de sus bolsillos.

Don Paulino, díganos sotto voce, sólo a nosotros, para qué quiere ser usted el presidente de Canarias. Díganoslo pero, por favor, que no oigamos de usted ni deduzcamos de sus palabras que desea la presidencia para perpetuar el vasallaje colonial de estas Islas a los amos peninsulares. No nos diga que quiere seguir siendo presidente para mantenerse como lacayo, y mantenernos a todos en la misma situación humillante, de los españoles y sus esbirros.