Qué indignados estamos. Confesamos ante nuestros 221.000 lectores diarios que nos puede la rabia -a duras penas contenida- de ver la fiesta, la auténtica orgía de los políticos negociando y pactando, como se hace en la más sucia de las almonedas, con quién o con quiénes van a gobernar durante los próximos cuatro años; es decir, determinando, a su mejor conveniencia, quiénes van a ser sus compañeros de viaje en esta gigantesca e infame tomadura de pelo al pueblo.

Nos duele muchísimo más la actitud del líder de CC -los nacionalistas tienen una presidenta, la señora Morales, pero ella no cuenta para nada, dicho sea con licencia de doña Isabel de Luis- suplicando los votos del PSOE. Qué lamentable espectáculo el que está dando don Paulino Rivero mendigando los votos socialistas; los votos de un partido estatista que contribuye a que Canarias permanezca como colonia española por tiempo indefinido. Y todo ello para seguir siendo presidente del Gobierno autonómico; para seguir como líder de una autonomía, cuando podría presidir nuestra etapa de transición de colonia a país independiente. Incluso, si vuelve a tener el apoyo del pueblo, podría ser Paulino Rivero el primer presidente constitucional de la nueva nación canaria.

No sabe usted cuánto nos ha defraudado, don Paulino. Y no sólo a nosotros; también ha dejado en la estacada a todos los patriotas canarios que confiaron en usted y que no han tenido más remedio que refugiarse en otro partido, en el Movimiento Patriótico Canario, pues la coalición en que usted milita ya no les sirve. Los patriotas canarios no han podido llegar al Parlamento por culpa de una injusta Ley electoral establecida para que sólo estén los grandes. Reconocemos que esta vez se ha colado Nueva Canarias-Nueva Gran Canaria, con lo cual tendremos que soportar todos, incluido usted, al ínclito Román Rodríguez; un señor que perjudica a Tenerife pues siempre barre para Las Palmas. Es el impulsor de un tren absurdo en la tercera isla -aunque él con su megalomanía lo considera un ferrocarril transiberiano- sobre el que pronto empezarán a caer denuncias por prevaricación y hasta malversación de fondos públicos. Eran los diputados del Movimiento Patriótico y no los de un partido canarión que sólo propicia lo que le conviene a Canaria, en detrimento de Tenerife y de las demás islas, quienes tenían que haber accedido al Parlamento. La voluntad del pueblo ha sido otra y nosotros la respetamos porque somos demócratas. Lo cual no nos impide decir que el pueblo canario ha votado como lo ha hecho porque sigue narcotizado por la idea de que los canarios no podemos sobrevivir sin la dependencia de España. Una idea absurda aunque muy arraigada en la mente de los isleños, porque ya se han encargado los peninsulares de mesmerizarnos durante casi seis siglos.

El camino hacia nuestra libertad es largo pero no descansaremos hasta alcanzar la meta. Llegará el día, y será más pronto de lo que piensan algunos, en el que las elecciones que se celebren en Canarias serán netamente canarias; en ellas elegiremos a nuestros representantes -los habrá de todas las ideologías, pero canarios- cuando queramos hacerlo porque así lo estima oportuno el Gobierno legítimamente constituido, y no cuando lo quiera un Ejecutivo que nos resulta ajeno y distante. Ajeno porque los peninsulares -y mucho más si son godos- no entienden nuestra idiosincrasia, y distante porque Madrid está a 2.000 kilómetros de Canarias.

Mientras tanto, como con estos bueyes tenemos que arar, nos preguntamos si los nuevos parlamentarios corregirán los grandes errores que han cometido en el pasado, pues muchos de los que a partir de ahora se sentarán en el Parlamento de Canarias ya lo estaban antes. Esperamos que no se vuelva a hablar de la reforma del Estatuto de Canarias, ni tampoco de las aguas territoriales. La única reforma válida para el Estatuto es su derogación y la consecuente proclamación de un manifiesto, firmado por los partidos a los que realmente les preocupe el bienestar del pueblo canario, que exija el inicio inmediato de conversaciones para el traspaso de poderes entre la metrópoli y la futura nación canaria libre y soberana. De paso, urge remediar otra infamia interna, como es mantener el engañoso "gran" en el nombre de Canaria, además de suprimir el orden alfabético para que Tenerife -la mayor y más importante de las islas- no figure en último lugar, y restaurar el pico del Teide como símbolo del Archipiélago. Si actúan así redimirán sus "señorías" su vergonzoso comportamiento del pasado; en caso contrario, se harán acreedores de un mayor desprecio popular.